Todavía no hemos llegado ninguno a eso que el Gobierno ha dado en llamar «nueva normalidad»; un término horrendo, por otra parte, porque ambos términos unidos son incompatibles. Sin embargo, sí estamos viviendo políticamente hablando en un ambiente muy desagradable, que parece que ha venido para quedarse. Ahora mismo, la nueva normalidad o nuestra nueva realidad, que creo que es una expresión más correcta, consiste en acentuar el desprestigio de todas las instituciones y en el sálvese quien pueda.

Tenemos consejeros de un mismo gobierno en Madrid acusándose públicamente de delinquir. Lo nunca visto. Se alimenta la sospecha de que un compañero ordenó a las residencias elegir qué ancianos debían ser tratados del coronavirus y no dimite ni el que denuncia, ni el señalado. Tampoco se rompe la coalición. Tenemos un vicepresidente en La Moncloa que actúa más como representante de sus votantes que como representante de todos. Y si hay que crispar el ambiente, allá que va. Tenemos a unos políticos buscando a los culpables de la pandemia detrás de la pancarta del 8-M y a estos últimos defendiéndose sin que nadie deje trabajar a los jueces, que son como los pimientos de Padrón: unos pican y otros no. Y si por el camino hay que extender una mancha sobre toda la Guardia Civil, tampoco pasa nada. Los informes de la benemérita, unos pican y otros no.

Tenemos, por otra parte, un problema a la hora de contar a nuestros muertos. No entendemos nada. Si el precio es que los ciudadanos tampoco puedan confiar en las cifras oficiales, ya se les pasará cuando estén de vuelta en el chiringuito. La palabra dada ya no vale. No pactaré con Bildu, pero total, solo ha sido una vez. Y con todo lo que hemos pasado, dedican sus apariciones públicas a llamarse criminales, golpistas, marqueses o pirómanos comunistas y luego dicen que de lo que hay que hablar es de la aprobación del ingreso mínimo vital.

Es evidente que en la nueva realidad va a hacer falta la mascarilla. Así, además de protegernos del virus, tendremos la nariz tapada para afrontar la inmundicia que se nos viene encima.

*Periodista