Corría el año 30 del siglo pasado. En plena Gran Depresión de Estados Unidos y en medio de una ola de pesimismo que desestabilizaba el mundo, el economista Keynes impartió una conferencia en un Madrid convulso. Rezaba algo así como las Posibilidades económicas para nuestros nietos. Es decir, generacionalmente, nosotros.

Apuntó que el mayor desafío del siglo XXI sería el tiempo libre. Sin duda acertó o, al menos, señaló una de las grandes tendencias de nuestro periodo contemporáneo. Con todos los matices y efectos correctores que se quiera, el ocio es una gran oportunidad que merece la máxima atención por su enorme potencial.

Podríamos establecer diferencias entre ocio, tiempo libre, turismo, etc… pero el enfoque aquí trata conscientemente de abrir el angular. Suscribo la idea de que el turismo moderno responde a ese patrón de comportamiento humano que Berlyne denomina conducta humana exploratoria. En la misma se incluirían las manifestaciones culturales, las artes, deportes, tradiciones, etc. Es más, estos fenómenos, considerados como desviaciones de la vida cotidiana, ayudan precisamente a que la vida merezca la pena ser vivida. El mundo sería más aburrido, tedioso y amargo sin ello.

Una de las grandes derivadas de esta realidad permite hablar de una economía del ocio. La sociedad ha desplegado una industria basada en responder a esta pulsión humana que busca superar la rutina.

Los pronósticos de muchos visionarios del siglo XX solo rondaron el acierto pero apuntaron líneas de evolución social a tener muy en cuenta. Asimov señaló en 1964 que, en 50 años, la humanidad sería una raza de cuidadores de máquinas. Se quería adivinar un mundo en el que la eclosión de la robotización induciría «graves consecuencias mentales, emocionales y sociológicas». La psiquiatría sería la mayor especialidad médica.

En esta especie de distopía (cuando un sueño utópico deviene trágico), imaginaron millones de personas a la deriva a causa del ocio forzado. No faltaron los que identificaban el tiempo vacante o tiempo libre como puerta de acceso al aburrimiento infinito, el incremento del vicio y la violencia. En fin, doctores ha tenido, tiene y tendrá la iglesia.

Lo que nos debería ir quedando bastante claro es que debemos prepararnos para una realidad socioeconómica donde el ocio puede adquirir una dimensión condicionante de la vida (la calidad de vida), la dignidad y la felicidad humana.

LAS COSAS NUNCA son radicalmente de un color o de otro. En realidad, no sabemos muy bien hacia dónde nos encaminamos ni como sociedad, ni como civilización ni siquiera como especie. Convivimos con muchas contradicciones y presuntos adelantos tecnológicos que… ¿de verdad lo son?. Una investigación coreana señala que el smartphone provoca que el empleado medio trabaje 460 horas más al año. Casi tres semanas arrancadas en su supuesto tiempo ¿libre?. La sociedad del ocio es un tema muy serio. La economía del ocio, una gran oportunidad para generar negocio, riqueza, innovación y empleo. Necesitamos una estrategia a corto, medio y largo plazo para que la utopía no acabe mal.

*Secretario autonómico de Turismo