Querido/a lector/a, he leído una entrevista en la que un mediático héroe decía que por fin España era un país igual a todos los otros de la UE y va al ritmo del mundo.

La verdad es que si me acerco a este pronunciamiento es porque me llamó la atención y, finalmente, porque no estoy de acuerdo. O dicho de otra forma, creo que si se refería (no lo explicaba) a cierta tecnología, características del Estado del Bienestar o estructuras democráticas es evidente que tenía razón: España tiene lo que se reclama para ser miembro de la UE. Pero a pesar de ello, creo que si rascas, pronto te das cuenta de que, por desgracia, España mantiene algunas serias y significativas diferencias. Posiblemente porque si comparamos con Francia, por ejemplo, las fuerzas sociales que allí se confrontaron y generaron todo lo que supone la Revolución Francesa, aquí pactaron. O también, por las consecuencias de una sangrienta guerra civil y una dictadura de 40 años. Sin olvidar que, además, sufrimos a la Iglesia del nacional catolicismo, que era una familia más del régimen e influyó vergonzosamente y de forma determinante en temas esenciales que afectaban a los valores y a la moralidad colectiva.

Querido/a lector/a, claro que hay diferencias, y algunas van a necesitar largos procesos para desaparecer. Tanto es así que nuestra derecha mayoritaria, el PP, un partido básico de la democracia, con su negativa a la supresión de las Cruces de los Caídos, su no colaboración a dar un entierro y una tumba digna a los arrojados a las cunetas, su colaboración con la aparecida extrema derecha o su vocación de no reformar la constitución democrática y adecuarla a los tiempos y a las nuevas generaciones sigue demostrando que nada tiene que ver, ni aún esta homologada, con aquella derecha demócrata-cristiana cuyas señas de identidad en la posguerra europea ya eran el europeísmo y el antifascismo. Ojalá algún día sea igual.

*Analista político