La nueva campaña citrícola se presenta entre el temor de que caiga la producción en picado, en torno al 50% respecto a la anterior, y la (pequeña) alegría de que suban los precios de la fruta como consecuencia de esa merma en el campo, tras la desastrosa temporada que se vivió por culpa de la climatología, especialmente las continuas lluvias, y otros factores externos como la controvertida ampliación del periodo para importar naranja de Sudáfrica. En este escenario en el que gran parte de la producción se quedó colgando en los huertos, con el consiguiente daño que comporta también para el arbolado, el sector citrícola confía en que cuanto menos se consiga un pequeño respiro que, aunque no se espera excepcional, al menos sirva para cubrir gastos de la explotaciones. Conseguir un precio razonable se fija pues como el principal objetivo entre las organizaciones agrarias, que a su vez ya han puesto el grito en el cielo ante campañas de alguna cadena de distribución que realiza prácticas ilegales y revientan los precios. Por de pronto, los movientos comerciales en el campo ya anuncian las primeras compraventas de los comercializadores y hay cierta alegría, aunque moderada, a la hora de cerrar tratos para las variedades más tempranas. Estamos pues ante una noticia positiva para un sector que no levanta cabeza desde hace años y al que le sigue faltando un común esfuerzo y unión para posicionar marca, normalizar el contrato, ejercer presión ante administraciones y tener un frente común en el mercado. A la crisis crónica que atraviesa el campo castellonense solo le faltaba también ahora el peligro que supone una nueva plaga, la ‘xylella fastigosa’, la bacteria que se ha detectado en campos de almendros en Alicante pero que puede extenderse y provocar pérdidas millonarias en el arbolado de diferentes cultivos. Un escenario pues que no está para muchas alegrías y que reclama mayor apoyo.