Cuando un joven y casi imberbe Carlos I llegó a España después de haberse criado en Flandes decidió imponer su criterio. Pese a los problemas internos del reino, el que más tarde sería el hombre más poderoso de Europa como emperador, decidió subir los impuestos. En realidad era una práctica a la que estaban acostumbrados los monarcas absolutistas: sangrar al pueblo para que costearan sus conquistas, sus guerras y sus lujosas vidas. Sus propios abuelos lo habían hecho para conquistar Granada y para conseguir aunar los dos reinos que representaban Isabel y Fernando.

Fue el nacimiento de las revueltas y, más tarde, del pensamiento liberal quien puso freno a los abusos de esta forma de gobernar. La fortaleza del Estado recae, justamente, no sólo en ser la representación de la soberanía popular, sino en tener claro cuál es su papel: no asumir el comportamiento ni las funciones del sector privado. Todo lo contrario. Muchos, hoy en día, se empeñan en que el Estado del bienestar tiene que asumir competencias que no le corresponden, pese a que la historia, que es un juez implacable, se ha empeñado en demostrar como un error este tipo de decisiones.

El valor de las administraciones públicas debe ser, ante un momento convulso como el actual, como un papel de seda. Un árbitro para que las oportunidades lleguen a todos por igual, para que todo el mundo pueda tener las mismas condiciones al principio, en el punto de partida. Y ese es el motivo de la puesta en marcha del programa que lanzamos desde el gobierno provincial. El plan Repoblem que implica una batería de acciones para frenar la despoblación de nuestros municipios más pequeños. Para alcanzar la igualdad entre todos.

Decía Oscar Wilde que el progreso es luchar por la utopía. Y nuestro objetivo es que nuestros pueblos más pequeños vuelvan a demostrar que son generadores de oportunidades continuas. Solo a través de nuevas infraestructuras que permitan mejorar las conexiones, podemos jugar todos con las mismas cartas. Solo a través de una apuesta clara y decidida por nuestros municipios podemos seguir creando nuevos itinerarios económicos, nuevos empleos, nuevas formas de vida y de progreso.

Dentro de este programa queremos insuflar oxígeno a aquellos que más lo necesitan para que los colegios de nuestro interior no se cierren, para que haya nuevos negocios sostenibles, sectores innovadores que sigan convirtiendo a la provincia en un referente.

Esa es la función de la administración: provocar el talento, resolver problemas y no crearlos. Ya la historia nos lo ha enseñado. Llegar desprovisto de ideas con guerras hostiles y tratar de crear conflictos nunca ha sido una buena forma de hacer política, ni siquiera para los emperadores. H

*Presidente de la Diputación de Castellón