Son las 9.30 am, me levanto en mi casa del pueblo, desayuno un café y una tostada. Rápidamente me preparo el típico conjunto pascuero: unos vaqueros, una camiseta y una chaqueta vaquera para dirigirme al almuerzo con los amigos en plena naturaleza. Un almuerzo que prácticamente empalmamos con la hora de comer. Después rompemos el huevo, nos comemos las monas y nos servimos los cafés. Todo ello mientras sacamos la baraja de cartas para jugar un guiñote y reímos con anécdotas pasadas.

Ese sería uno de mis planes de un Lunes de Pascua normal. Sin embargo, este será diferente, pero no por ello peor. Mi plan de hoy es un plan casero con una compañía inmejorable, mi pareja. Porque ya saben lo que dicen, lo importante no es el dónde sino con quién. Además, ¿quién dice que no vayamos a poder comernos la mona con los amigos? Las videollamadas están acortando las distancias y, particularmente, me hace especial ilusión ver la emoción de mi sobrina con su mona y su huevo de colores.

Es, sin duda, una Semana Santa diferente. Sin actos religiosos, viajes, reuniones con amigos y terrazas de la costa y pueblos a rebosar. Pero estos días también nos van a servir de lección. Echaremos de menos planes que se habían convertido en tradición y que en la añoranza les hemos dado un valor incalculable.

El saboreo de los momentos felices del pasado nos ayuda a sobrellevar esta situación, al mismo tiempo que a reflexionar sobre las cosas importantes de la vida. Por eso y mucho más, estoy segura de que esta Pascua en casa no será una Pascua más, sino que quedará inmortalizada en nuestra memoria para siempre.

*Portavoz provincial y diputada autonómica de Cs por Castellón