Querido lector:

Les confieso que salvo algún capítulo aislado del principio no he visto la serie Juego de Tronos. Debo ser un rara avis porque a nivel mundial su tirón resulta espectacular y los lugares elegidos para los rodajes adquieren el carácter de santuario para miles de los peregrinos adictos a la serie o de atractivo añadido para miles de turistas. Es más, su traslación intencionada desde ese medievo fantástico televisivo al juego político actual --especialmente ahora en el escenario político español-- sobrepasa incluso la fama y el renombre del maestro de la historia en las técnicas de lograr y perdurarse en el poder, Maquiavelo, al que sí que he leído y releído.

Conozco la serie por referencias y entiendo que esa factible aplicación política sea un atractivo más a la hora de interpretar las realidades que experimentamos en esta kafkiana legislatura, que está a punto de acabar tras la protocolaria y mediática ronda de conversaciones del Rey con los diferentes líderes. Pero sobre todo entiendo --y es el mensaje que quiero lanzar-- la importancia que tiene para una plaza turística como Peñíscola ser partícipe del estreno de una nueva temporada que verán millones de espectadores globales, fruto de haber sido elegida como escenario para su rodaje.

El impacto mediático, de publicidad como ciudad turística y sobre su marca como plaza de rodajes de cine y televisión --no olvidemos su posicionamiento con el rodaje durante dos temporadas de la serie española Chiringuito de Pepe-- es indudable. Aporta un intangible que se gana con esfuerzo y que se suma a otros que hacen de Peñíscola nuestra plaza turística por excelencia. Un valor positivo que también trasciende a la provincia de Castellón.

Nadie puede saber si eso se traducirá mañana o pasado en más turistas, amén del beneficio directo de la permanencia del numeroso equipo de rodaje durante semanas en la ciudad del Papa Luna. Pero sí se sabe ya que el hecho de aparecer en la serie otorga una garantía de calidad y un aditivo muy positivo a nivel reputacional. Un sello permanente que Peñíscola siempre tendrá.