Querido lector/a, es evidente que la cuestión de la independencia de Cataluña es el asunto estrella de la política española. Sencillamente porque afecta al PIB, a la organización territorial del Estado, a la Constitución, a la convivencia, etc.

Pero, mira por donde, algunas voces --y con razón-- empiezan a señalar que reconociendo la importancia del asunto catalán y apelando a una solución dialogada, no puede ser el único tema esencial a tener en cuenta en unos momentos de modernidad regresiva, y en una sociedad, como la española, que cada vez es más compleja, difícil y tensa. Digo con ello que el movimiento sindical, quienes representan la contradicción social que existe entre capital y trabajo, quienes han sido una de las fuerzas que ha determinado el progreso en los últimos siglos, etc., se está mosqueando porque Cataluña no puede ser la única materia que absorba la preocupación y la actividad. Por eso, los sindicatos, ahora dicen y repiten que además de lo de Cataluña, no hay que perder de vista que mientras las perspectivas económicas han mejorado ligeramente en el mundo y en Europa, las políticas económicas europeas y, sobre todo las españolas --las que nos interesan--, siguen sufriendo las consecuencias de las antisociales políticas de austeridad fiscal y devaluación salarial. Y todo eso sin olvidar la pérdida del poder negociador de los sindicatos, sin recuperar el nivel de empleo, el debilitamiento del Estado de bienestar, etc. Realidades que impulsan la desigualdad y la pobreza de millones de personas.

Querido lector, repito: el movimiento obrero, los sindicatos, reconocen la importancia de lo que pasa en Cataluña y solicitan medidas dialogadas, elecciones… etc., pero además, ahora, están recordando que lo básico para un sindicato, para los trabajadores, es renovar el contrato social como elemento central de la acción sindical, de la lucha contra la desigualdad y la pobreza.

*Experto en extranjería