No son abundantes los restos arqueológicos en Castelló, del periodo romano. Pero que el poder del imperio del Lacio se manifestó en nuestra ciudad es indiscutible. Salvo una inscripción funeraria dedicada a Caius Fulvius Hibericus , no se conoce otra losa epigráfica que haga referencia a ninguno de sus habitantes, que pudieran haber tenido la categoría senatorial, ecuestre o decuriata. Y si bajamos de nivel, en los siete siglos de dominio latino, no hay referencias de nadie que desempeñara un importante cargo funcionarial. Por el contrario sí hay testimonios a este respecto en Onda, Mascarell, Viver, l’Alcora... y otras localidades.

Dicho en lenguaje llano, que nuestros antepasados de hace 2000 años se dedicaron a tirar de azada, a ciertas labores artesanas y poco más, habiendo muy pocos habitantes con importantes responsabilidades políticas. Los lugares de poblamiento disperso, como es el caso del área que hoy comprende el término municipal de la capital del Riu Sec, tenían como núcleos más importantes las villas, propiedades dependientes de trabajo familiar con trabajadores esclavos, o siervos. Constaban de la casa del vilicus , o encargado de la explotación, amén de diferentes edificios para el ganado y las herramientas, así como pajares, graneros, caballerizas, bodegas, almacenes y terrenos diversos, en los que se llevaban a cabo los cultivos.

La notable construcción, hoy recuperada en la partida de Binamargo, es toda una referencia no solo de explotación agraria, sino de depósito comercial. Dicho lo dicho, aprovecho la ocasión para pregonar su existencia e instar a mis paisanos a su visita. Merece la pena. H

*Cronista oficial de Castelló