Pedro Sánchez acaba de declarar: «Estoy mucho mejor de lo que hubiera imaginado hace 10 años», lo cual es evidente, puesto que una década atrás era un humilde diputado socialista de rebote por Madrid tras la dimisión de Pedro Solbes , y no podía imaginar su acceso a la segunda magistratura del Estado. Ahora tendrán que perdonarme, porque el entrecomillado no pertenece al presidente del Gobierno, sino a Rafa Nadal . Tal vez nos encontramos ante un caso de vidas paralelas, pero la única justificación del embuste es que no sé si podremos soportar ni un comentario más en que se recomiende al inquilino de la Moncloa que tome ejemplo del dueño y señor del torneo de Roland Garros.

Sin inspirarse en la experiencia ajena, Sánchez ya ha podido declarar su «gran alegría por lo conseguido». Esta vez no he logrado engañarles, porque la frase también es de Nadal. El mejor deportista español de todos los tiempos salta invencible a la pista después de que en el 2005 le presagiaran que sus extremidades lo colocaban al borde de una retirada prematura. Y el político socialista se adentra en la selva del Congreso con solo 120 diputados, además de un socio a la izquierda del que siempre cuesta distinguir si dispara fuego amigo o enemigo. Es decir, Sánchez ya copia a Nadal, dos ganadores inesperados a contracorriente.

Por lo menos, el tenista sabe que su adversario se llama Djokovic ; el político ignora si se mide a Casado o a Ayuso . «Tuve una gran actitud, intensidad y determinación», han declarado Nadal o Sánchez, porque podría haberlo afirmado cualquiera de los dos para estimular a sus émulos. El tenista es irrepetible, lo sensato sería proponerse metas más accesibles. También es muy pretencioso llamar fracasado a Sánchez, aunque mañana mismo acabara su periplo presidencial. Ya tiene bastantes problemas, sin necesidad de obligarle a imitar a un deportista genial. En cambio, quien desee llegar a la Moncloa hará bien en copiar alguna de las estrategias de su actual residente, porque no sobran los modelos. H

*Periodista