Estoy sentado al lado del teléfono fijo esperando a que suene, para descolgarlo en el primer tono de llamada. Voy a entrar en directo en la emisión radiofónica de un programa musical nacional en cuya escaleta figura la entrevista a una de las leyendas del pop español de los 80. El invitado es un compositor, cantante y productor de música reconocido que, en su día, bautizó la primera melodía compuesta en España y Latinoamérica vinculada a la patología bipolar, e inspirada en mi humilde persona. Se titula Calor en invierno. La presentadora del espacio desea dar una sorpresa al intérprete mientras le lanza preguntas sobre su último trabajo discográfico.

La directora del programa se puso en contacto conmigo la víspera de la emisión. Me explicó cómo sería la puesta en escena: en un momento dado de la interviú se emitiría la canción, y antes de acabar saldría mi voz en directo, argumentaba.

Recuerdo que era la tarde-noche de un día de verano. La selección española acababa de ganar el mundial de fútbol. Elegir ese día no fue casualidad: el protagonista de la transmisión participaba en la celebración de la conquista de la copa del mundo con otros grupos y líderes de la canción española. Se les sumarían los campeones para tararear estribillos y soltar frases de humor, mientras se pasaban unos a otros la copa que tenía anudada una bandera española.

Comienza el programa que sigo a través del teléfono fijo. Estoy pendiente en todo momento para que, cuando suene la canción, pronunciar las frases de agradecimiento que tengo preparadas.

Ya han contactado conmigo, me reclaman para que apague la radio dado que se acopla el sonido y genera interferencias. Puedo escuchar sin problemas la emisión a través del hilo telefónico, me indican.

Mientras no pierdo la comunicación, elaboro con torpeza un gesto de malabarista intentando desconectar el transistor que acaba cayéndose al suelo. «Por lo menos ya no provocará interferencias» pensé.

Suena la pieza musical que dura cerca de 3 minutos. Exactamente en el minuto 2.22, donde los acordes musicales silencian la letra, sería el momento preciso para colarme en la entrevista, siguiendo las instrucciones del técnico de sonido que reducirá el volumen. Solo pude amagar un «gracias Teo», que anuncié como si alguien me hubiera almidonado la saliva. No recordaba las palabras que tenía pensado dedicarle.

Cardalda se percata de que soy yo y no duda en manifestar su sorpresa. «¡Qué pasa Carlitos!» exclama con una mezcla a partes iguales de asombro y alegría.

Pilar, la redactora, irrumpe en medio de los dos bromeando sobre la cara de Teo, que no sospechaba mi aparición. «¿No te lo esperabas verdad?» le comenta, convencida de que había logrado su propósito.

Con la música aún de fondo, me preguntan cómo me siento cuando alguien como Teo Cardalda pone letra y música a mis emociones. Contesté con una frase que no tenía preparada: «Si no puedes ser poeta conviértete en poema… y Teo lo ha hecho posible».

Proseguí mi intervención añadiendo que hay canciones que te animan a tararearlas, otras a silbar el estribillo o acompañarlas bailando. Calor en invierno no te permite hacer otra cosa mientras la escuchas. Te obliga a oír cada una de sus estrofas visualizándolas de la mano de imágenes íntimas.

Los últimos minutos del programa se cierran con una conversación ad hoc referidos a la bibliografía del grupo y planes de futuro. Actualmente Teo y María forman el grupo Cómplices. Teo es considerado una de las figuras más influyentes del pop. En la época de la movida supo cautivar a los adictos de la música no comercial de la mano del grupo Golpes Bajos.

Solo personas con un paladar social exquisito como Teo son capaces de hacer frente a fórmulas televisivas como OT que han convertido el panorama musical en un casting para imitar a Ricky Marketing.

Sus composiciones siguen ocupando un lugar estelar en la música española, que se perpetúan a lo largo del tiempo y que se asoman en cualquier emisora, como banda sonora de una serie o mientras compras un pantalón en una tienda de Inditex.

*AFDEM