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No tenemos presupuestos, ni mayoría parlamentaria. Así no se puede gobernar”. Más claro no pudo ser el presidente catalán, Carles Puigdemont, ayer en el Parlament, después de que los presupuestos de la Generalitat de Cataluña fueran rechazados por primera vez desde que existe la autonomía catalana con los votos de toda la oposición y de la CUP, hasta ahora teórico aliado. Como respuesta a este fracaso enorme, Puigdemont anunció que se someterá a una cuestión de confianza en septiembre. La salida es lógica y debería ser inmediata, pero, como por imposibilidad legal no se pueden convocar nuevas elecciones hasta el 3 de agosto, parece razonable que la moción de confianza se debata en septiembre.

Ahora bien, ¿para qué van a utilizarse estos tres meses? Si Junts pel Sí (JxSí) y el Gobierno catalán pretenden otra aproximación a la CUP para ver si convencen a los antisistema de que apoyen la cuestión de confianza, y se eviten así otras elecciones, se caerá en un nuevo error. Si algo ha quedado claro en el frustrado debate es la incompatibilidad entre JxSí y la CUP. Ante este panorama, tiene razón Oriol Junqueras al advertir de los peligros que corre la economía catalana y el perjuicio que la falta de presupuestos supone para los servicios sociales que ofrecer al ciudadano.