Pedro Sánchez fue acosado por la oposición y las autonomías durante las largas semanas del estado general de alarma. Sufrió la embestida de las comunidades que, con Cataluña y Madrid a la cabeza, argumentaban que ellas combatirían mejor -desde la proximidad- la pandemia sin la intervención y dirección del Gobierno español. Tomó nota. En segundo lugar se vio obligado a casi mendigar apoyos a todos los partidos para poder ir renovando el estado de alarma.

Pero volvió a emerger su habilidad y capacidad de resistencia. Como el modelo constitucional autonómico le permitía transferir a las comunidades el grueso de la actuación sanitaria y asistencial, se lo trasladó. Acabaron en seco las alegrías de los presidentes protestantes, al tiempo que empezaron a aflorar errores y dudas en la gestión desempeñada en muchas autonomías. La opinión pública pudo percibirlo. Luego, al producirse antes de lo esperado el rebrote de contagios empezó a calar en muchos niveles cierta nostalgia por la eficacia de los resultados de la etapa del denostado estado de alarma. Sánchez volvió a utilizar sus reflejos apresurándose a plantear que las autonomías que quieran pueden solicitar el grado de estado de alarma que consideren necesario. Como ello comporta desgaste para quien lo haga, ahora ninguna comunidad lo reclama. La política interior española es así.

Otra competencia transferida casi exclusivamente, la enseñanza, centra el pulso actual cainita por la proximidad del regreso a las aulas. Creo que con la excepción de la Comunitat Valenciana, las demás se han recostado en los ministerios de Madrid a la espera de instrucciones generales para disimular sus desconciertos y pasividades. Pero la administración del recocido Sánchez ha sido tan lenta como las autonómicas en una cuestión que requiere lealtad institucional: casi ningún país europeo sabe cómo abordar con los menos riesgos posibles este próximo curso. O se instalan aquí de una vez mecanismos de coordinación eficaces que sustituyan a las demagogias o iremos quedando cada vez más atrás en la solución de problemas. Toca abandonar los tacticismos. H

*Periodista