A través de los últimos tiempos, mientras caminábamos entre el torreón y el Voramar, como contraste a las horas que pasamos a la orilla del mar construyendo torres y castillos de arena o intentando ver allá en el fondo el humo de los barcos, hemos tenido ocasión también de saber que algunas corporaciones municipales de Benicàssim han efectuado muchas gestiones a favor de la Torre de San Vicente, para que se convirtiera en un bien del pueblo, de los vecinos. Y ahora, la Torre ya forma parte del patrimonio histórico-artístico de Benicàssim y en su entorno se han forjado gran número de leyendas. “Hay moros en la costa” es una de ellas, una frase convertida en metáfora y que sirve para definir tantas cosas.

Bueno, la Torre se construyó a mediados del siglo XVI por decisión tomada en las Cortes de Monzón, que era la institución que tenía la autoridad política de estas comarcas. En su libro Observaciones del Reyno de Valencia, el sabio estudioso Antonio Josef Cavanilles dice esto: “El mar hace aquí un arco que se apoya al norte en la punta donde está la torre Colomera y, a mediodía, en la torre de Almazora, lo que aprovechan algunos para abrigarse y protegerse con sus pequeñas embarcaciones. Las galeotas y xabeques de los moros, se valieron para ocultarse y hacer sus piraterías’. Y como es verdad, es historia, hay que pensar que los vecinos de la zona vivían en permanente zozobra. Así que a lo largo de la franja costera castellonense se construyeron 18 torres y atalayas de mampostería ciega, a las que se ascendía mediante cuerdas que podían ser retiradas cuando fuera conveniente. Desde allí se divisaba el horizonte y cuando el vigía descubría a lo lejos una vela de barco pirata, rompía a gritar: “moros en la costa, hay moros en la costa…”. Hacía sonar la campana de avisos y los vecinos, alertados, se preparaban para la defensa.

De este hecho viene, pues, la frase que se hizo popular con el tiempo, en el sentido de llamar la atención sobre alguien que está presente y no interesa que sepa de qué se habla. Así que ya sabéis, chitón, que hay moros en la costa.

Esta Torre siempre ha sido distinta, especial, en referencia a las otras 17. Y es que la llamada Olla de Benicàssim era un lugar preferido de corsarios y berberiscos. Sigue siendo cuadrada, y en los esquinales de la parte posterior, que da al mar, tiene dos torrecillas circulares a la altura de la terraza. Se accede al interior por una sola puerta, que se encuentra a un metro ochenta del nivel del suelo, por lo que se ha tenido que adosar una escalerilla. La planta está dividida en dos pareces en forma de cruz, con acceso a las cuatro salas. En una de ellas hay una chimenea y una estrecha escalera que da salida a la terraza de la torre.

Bueno, me extiendo en contar todo esto para que tengáis la ilusión de participar en los actos festivo-culturales que ya se organizan, en recuerdo de todos los hechos históricos en los que eran protagonistas la torre, el vigía y los moros de la costa, además de las sorpresas con las que nos llegaban muy a menudo desde las villas de los primeros tiempos. H