La pandemia del covid-19 ha puesto en diálogo las necesidades circunstanciales de la desescalada con los múltiples debates que ya existían sobre las nuevas concepciones de ciudades más verdes. Son muchos los retos y variadas las propuestas para afrontarlos. En el horizonte está la necesidad de convertir las grandes urbes en entornos más amables, humanos y ecológicos. Hay múltiples factores a tener en cuenta: densidad, movilidad, intereses económicos, , usos intergeneracionales, reducción de la desigualdad…

Lejos quedan las críticas a los carriles bici o las supermanzanas. Hoy, ambas medidas resultan más imprescindibles que nunca. Mientras el riesgo de infección siga presente, es necesario una transformación que favorezca la distancia social, factor clave para evitar el contagio.

El turismo masivo va a ser el gran ausente de esta temporada en las grandes ciudades. Necesario y denostado casi a partes iguales, el virus lo va a alejar de las calles durante unos meses. Estas se enfrentan a un reto económico inmediato, pero también a una oportunidad que puede resultar beneficiosa a medio y largo plazo. Es el momento de repensarse, de reconectar con los vecinos y de implementar medidas que permitan combatir la gentrificación y el turismo uniformador.

Más del 55% de la población mundial vive en ciudades. En el año 2050, la ONU estima que la cifra será el 68%. Los retos y las oportunidades resultan enormes, y no solo para el urbanismo. Frente a décadas de pensar y actuar en global, ahora la mirada se ajusta a lo local. La evolución no solo será urbanística, sino que comportará cambios en los espacios de poder e influencia.