El lunes, 23 de setiembre, se conmemoró el día internacional contra la explotación sexual y la trata de mujeres, de niños y niñas. Ya sé que algunos pensarán que es una estéril costumbre tener un día para cada realidad, pero encuentro importante poder visibilizar las diversas realidades con las que convivimos. Esta vez quisiera visibilizar la situación de las mujeres migrantes víctimas de trata, víctimas de explotación sexual. Mujeres totalmente desprotegidas y que no cuentan con los recursos administrativos suficientes en caso que decidan denunciar y salir de una vez por todas de la vorágine de la prostitución esclavizante, en la cual han caído por su voluntad o contra ella, con tal de poder cumplir su objetivo, que es llegar a Europa para tener una vida mejor.

Las redes de trata de personas están cada vez más activas en España, situado ya como el principal destino europeo de las mujeres víctimas de explotación sexual, mujeres que en su mayoría son unas niñas de entre 14 y 17 años procedentes, principalmente, de Europa del Este, que salen de su lugar de origen con la ilusión de un puesto de trabajo, que es eso, una ilusión.

Durante los últimos 30 años, cuando empezaron los intensos flujos migratorios de mujeres, estas eran engañadas en sus países de origen con falsas promesas de trabajo y de un futuro mejor para ellas y sus descendientes; y al llegar a su destino se veían obligadas a prostituirse en clubes, pisos y en las calles. Pero en los últimos cinco años esto ha cambiado. Podemos hablar de casi 400.000 casos de trata de personas en las fronteras españolas. Las mujeres que pasan las fronteras lo hacen a sabiendas de que acabarán en las garras de la prostitución, pero no conocen las condiciones deplorables en las que la han de ejercer. Un sinfín de atentados a su dignidad y una continua vulneración de sus derechos humanos es lo que les espera.

Cuando hablamos de trata de personas con fines de explotación sexual hemos de poner la mirada en las mujeres que migran huyendo de la pobreza, las guerras, las dictaduras o la falta de oportunidades que hay en sus países o en su entorno, pero también huyen de diversas formas de violencia como los matrimonios forzosos o la mutilación genital. Debemos tomar conciencia que estas mujeres se ven obligadas a recurrir a las redes de trata y de tráfico de mujeres, a sabiendas de que solo pagando pueden cruzar muchas fronteras, cruzar el Mediterráneo, saben que su cuerpo es su pasaporte para llegar a Europa, ese es el precio. Es una realidad muy cruel, pero que existe como consecuencia de la política europea de cierre de fronteras, de los acuerdos firmados entre el reino de Marruecos con España y con la UE y de la ley de extranjería.

ES MUY NECESARIA una ley integral contra la trata de personas, una ley que asegure la coordinación de todas las Administraciones, que prohíba la deportación o el encierro de víctimas en los CIE y que las exima de responsabilidad penal si están en situación administrativa irregular. Además esta ley debería ir acompañada de planes de formación para empleados públicos. En base a esta ley se crearían mecanismos de atención integral a las víctimas con un enfoque integrador, transcultural y de protección efectiva en el caso de denuncia y más allá del juicio. En el escenario de la trata con fines de explotación sexual encuentro conveniente mirar hacia Francia, cuya normativa del 2016, no solo persigue al proxeneta, sino que también al cliente de la prostitución.

Es sumamente importante que la sociedad, las administraciones públicas y los políticos nos replanteemos si las actuales políticas migratorias y las normativas sobre trata de personas perjudican a las mujeres prostituidas esclavizadas y no a quienes realmente merecen ser penalizados, como son las mafias internacionales que manejan unos negocios altamente lucrativos.

*Diputada autonómica de Unides Podem en Les Corts