Los pueblos fantasmas de España intentan renacer diez años tras la crisis y, pese a la recuperación económica, miles de edificios construidos antes del 2008 permanecen vacíos. Algunos alcaldes intentan atraer residentes mediante el desarrollo de servicios.

Los esqueletos de hormigón aún acechan a España diez años después del estallido de la burbuja inmobiliaria. A pesar de la recuperación, solo un cierto número de estos edificios están resucitando lentamente. Las hierbas silvestres han invadido los cientos de edificios sin ventanas o puertas, que se erigen como fantasmas. Bolsas de cemento abandonadas yacen al pie de casas de ladrillo rojo sin terminar. Los promotores se declararon en bancarrota, abandonando el trabajo como muchos constructores. Antes de esta crisis, había una exagerada producción de viviendas en las afueras de los centros urbanos para compensar un fuerte aumento de los precios, cuando más y más españoles invertían en bienes raíces y las hipotecas eran más fáciles de conseguir.

Por otra parte, la explosión de alquileres angustia a los inquilinos.

La corrupción alimentó, una vez más, la fiebre de los edificios y algunos funcionarios electos locales autorizaron la construcción en los terrenos donde anteriormente estaba prohibido. Solo en el 2006, se abrieron 900.000 nuevos proyectos en España y en el 2017 diez veces menos. Debemos aceptar que mantendremos pueblos fantasmas en España, porque hemos construido en áreas donde nadie quiere vivir.

Algunos barrios siguen reviviendo y este despertar gradual ha sido posible gracias a la venta barata de apartamentos comprados por bancos a constructores en quiebra y, también, al esfuerzo de los municipios en proveer a estas zonas de los servicios necesarios.

*Secretaría Área de Políticas Sociales y LGTBI PSPV-PSOE Castellón