Tras la tormentosa sesión de investidura transcurrida entre griterío, palabras gruesas y descalificaciones, me gustaría aportar argumentos frente a insultos, distinguiendo las voces de los ecos --como diría Machado-- y amparándome en el legítimo derecho a criticar a un gobierno, que también es legítimo, por más que a mí no me guste.

Soy consciente de que la verdad en democracia no la tiene nadie. Creo que la democracia consiste precisamente en garantizar la diversidad ideológica, especialmente protegiendo las ideas minoritarias.

Pero algunos creen que el pensamiento de izquierdas es el que tiene la verdad absoluta y solo este debe imponerse. Y no son capaces de ver, que a prácticamente la mitad de la sociedad no es que no les guste lo que están viendo: sencillamente les horroriza.

No me preocupa que el PSOE vaya a adoptar una política en lo social y en lo económico más a la izquierda con respecto a la reforma laboral o a la política fiscal. Eso es una cuestión que se mueve dentro del campo de las ideologías.

Lo preocupante es que el PSOE ha formado gobierno con un partido como Podemos que defiende un modelo de sociedad diametralmente opuesto a la democracia. Un grupo populista que bajo el eufemismo del derecho a decidir, defiende que pueda haber un referéndum de autodeterminación en distintos territorios españoles.

Y me preocupa que para formar ese gobierno con los comunistas, el PSOE haya recabado el apoyo de ERC, que hace apenas dos años dio un golpe de Estado en Cataluña y cuyos dirigentes han sido condenados por sedición. Esto es grave y preocupante.

El Partido Socialista está manejando conceptos rupturistas con el ciclo constitucional; de ruptura con el modelo de Estado y con el modelo de sociedad que tenemos en España. Este PSOE ya no tiene nada que ver con el PSOE no ya de Felipe González o Alfonso Guerra, no tiene nada que ver con su propia historia.

Pedro Sánchez está impulsando un nuevo frentismo, rompiendo todos los puentes de diálogo. Ha construido dos frentes diferentes: el progresista --que me expliquen qué tiene de progresista una coalición social-comunista-independentista-- y por otro lado la ultraderecha fascista. Se recupera el vocabulario de 1936.

Es cierto también que los partidos de centro-derecha tenemos que adoptar una posición responsable. No es bueno que se repita el espectáculo del otro día en el Parlamento, entre otras cosas porque retroalimenta a Sánchez: frentismo y dos Españas.

El bloque constitucionalista en el que tradicionalmente ha estado el PSOE, junto a PP y Ciudadanos como partidos más representativos, no pertenecemos a esas dos Españas. Pertenecemos más a esa tercera España que siempre en la historia había estado constreñida entre las dos Españas.

La Tercera España de Ortega, Marañón, y de todos aquellos que buscaron el progreso de nuestro país y que encontró una vía de desarrollo con el gran proceso de reconciliación que fue la Transición.

Creo que este gobierno y sus aliados rompen con esa Tercera España y vuelven a la imagen del frentismo. Quieren quebrar todo lo que representa la idea común de España. No la España unitaria, sino la España plural y diversa que consagra la Constitución. Ese es el problema real que representa este gobierno y no otro.

Alcanzar un acuerdo con los filoetarras de Bildu, que dieron todo un espectáculo de inmoralidad; o con los golpistas catalanes --a los que la gobernabilidad de España les importa un comino--; no es progresismo, es un retroceso de 40 años.

*Portavoz del grupo popular en la Diputación de Castellón