El papa Francisco puso ayer fin a su viaje a la República de Irlanda con una misa multitudinaria bajo la lluvia en Dublín y la sombra de una acusación envenenada de cubrir delitos sexuales por parte de un diplomático retirado del Vaticano. Se trata del arzobispo Carlo Maria Viganò, exembajador de la Santa Sede en EEUU entre el 2011 y el 2016, que acusó al Papa de tapar y silenciar los abusos del cardenal Theodor McCarrick, arzobispo emérito de Washington.

El ex alto cargo eclesiástico sostiene que en junio del 2013, tres meses después de que Francisco fuera elegido Pontífice, tuvo una conversación con él en la cual le expuso las acusaciones que pesaban sobre McCarrick de abusos sexuales a seminaristas y monaguillos, por las que la Iglesia tuvo que compensar a diversas víctimas. Incluso le habían prohibido oficiar misas públicas. Dice que el Papa ni se inmutó, hizo como que no había oído nada y lo mantuvo en el cargo de emisario público de la Iglesia. «Fue una conspiración de silencio», escribió Viganò, de 77 años.