Tras varias décadas retratando con su mirada avispada y su inseparable cámara las faenas de otros sobre la arena en cientos de plazas de toros, el decano de los fotógrafos taurinos, Canito, se despide como un maestro: dando la vuelta al ruedo y saliendo a hombros por la puerta grande.

Era su deseo, confesado a amigos del mundo taurino y a familiares, que será una realidad hoy cuando se cierre la capilla ardiente instalada en la plaza de toros de Valencia para despedir a Francisco Cano Lorenza, que falleció ayer a los 103 años. La gorra blanca con su nombre escrito en negro con rotulador, símbolo de Canito, y una de las últimas cámaras que utilizó hasta hace apenas dos meses cuando sufrió una neumonía descansaban sobre un sencillo féretro presidido por una instantánea del fotógrafo.

“Él fue torero y hace años que nos comentó que quería salir por la puerta grande, pero han sido sus amigos taurinos los que me han recordado ese último deseo”, recuerda Isabel Cano, hija del segundo matrimonio de Canito con Maruja y que no paraba de contar anécdotas de su padre. Ser el único fotógrafo que captó la muerte de Manolete en la plaza de Linares en 1947 fue el mayor éxito de su carrera, pero al mismo tiempo, según su hija, lo sintió “como una pérdida familiar” porque él “veneraba” al torero cordobés.

Cano será recordado con una cámara al cuello y por un archivo fotográfico en las que no faltaron personajes como Ava Gadner, Sofía Loren, Concha Piquer, Grace Kelly, Ortega y Gasset, Charlton Heston o Ernest Hemingway. H