La epidemia de coronavirus que asola Wuhan, una ciudad del interior de China, y se propaga por el mundo, suma aristas inquietantes. Ya se sabía desde la semana pasada que algunos contagiados por este nuevo virus carecen de síntomas visibles como la tos o la fiebre. Ahora se sabe que durante la fase de incubación pueden contagiar el virus. Esos «propagadores ocultos» entorpecen aún más el aislamiento de enfermos, la prioridad ante cualquier epidemia, y descartan una posible solución a corto plazo.

«Hay indicios de que el virus esta aumentando su capacidad de propagación. Los agentes contagiosos andantes hacen que el control sea mucho más difícil», ha aclarado Ma Xiaowei, director de la Comisión Nacional de Salud. No ha descartado que el virus mute y ataque también a la población menos frágil. El coronavirus ha acabado hasta ahora con ancianos o jóvenes con cuadros médicos delicados previos.

Ni siquiera el virus del SARS, que dos décadas atrás mató a 800 personas en el mundo, podía contagiarse durante la incubación. El descubrimiento multiplica la población sospechosa hasta volúmenes difícilmente manejables porque ese periodo oscila entre un día y dos semanas. Más de cinco millones de ciudadanos dejaron Wuhan en vísperas de que la ciudad fuera sellada, ya fuera por las vacaciones del Festival de Primavera o por miedo a la epidemia. A unos y otros tendrán que hallar las autoridades, junto a las personas con las que han estado en contacto en los últimos días.

Los números sugieren que el virus está ganándole la guerra a la segunda potencia global. Son ya 56 muertos, más de 2.000 infectados y el salto a una decena de países, pero los expertos aclaran que esa escalada no implica necesariamente que la epidemia empeora, sino que mejora la monitorización. China se esfuerza en limitar los movimientos, primer mandamiento para arrinconar a un virus. Ha impuesto la cuarentena a los 50 millones de habitantes más cercanos al epicentro, cancelado los autobuses de larga distancia que salen o entran de megaciudadades como Pekín o Shanghái y ordenado la medición exhaustiva de la temperatura de todo viajero. Ocurre que la fiabilidad de ese método, el único disponible, es dudosa.

CONTROl / «Los monitores térmicos y otras formas de control pueden identificar algún caso, pero no todos. Lo más importante es que se anime a todos los que estén en peligro de infección a que busquen un tratamiento apropiado. Las prácticas contra el contagio, como el lavado de manos, también ayudarán a reducir la propagación», señala Adam Kucharski, epidemiólogo de la London School de Higiene y Medicina Tropical. Un cuadro como el de Wuhan en Shanghái o Pekín, los motores económicos y políticos del país, sería calamitoso. La primera sufrió ayer su primer fallecido y en la segunda se cuentan ya 68 enfermos.

Pekín ha creado un grupo especial bajo las órdenes del poderoso Comité Permanente del Partido Comunista para dirigir la estrategia y los laboratorios se afanan tanto en dar con la vacuna como en descubrir el origen del virus. Por el momento todo apunta a la alegre e ilegal oferta de bestezuelas vivas en los mercados donde ya germinó el virus del SARS. Una ley urgente ha prohibido su venta en los mercados, restaurantes y tiendas por internet.