La expresión «bajarse al moro» hizo fortuna en España durante la década de 1980. Aludía a la ruta que numerosos españoles emprendían hacía Marruecos en busca de hachís. Actualmente, en España se puede comprar marihuana en la esquina. No así en el resto de Europa, que mira al sur de los Pirineos como los españoles miraban al sur de África.

Los datos de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC) certifican que en España cada gramo de marihuana cuesta unos cinco euros. En Francia, casi el doble, 9,3 euros. En Alemania el precio asciende hasta a los 11,1 euros.

Las leyes del mercado global no fallan: si cruzar fronteras hacia el norte multiplica el valor de la marihuana, significa que el negocio para los traficantes está en el sur. En Girona, concretamente.

La demanda europea de cannabis está detrás de la proliferación de plantaciones de marihuana en Cataluña --y en España-- y ha transformado la delincuencia. Dinero fácil que ha seducido tanto a cultivadores modestos como a verdaderas organizaciones criminales, locales y extranjeras.

El inspector Josep de Monteys, responsable del Área de Investigación Criminal (AIC) de los Mossos de Girona, explica que durante el 2017 se destruyó el doble de marihuana que en el 2016: 5.500 kilos y 45.000 plantas frente a 3.000 kilos y 26.000 plantas.

La proliferación de cultivos no es exclusivo de Cataluña. Pero esta autonomía interesa a organizaciones foráneas por tener el mismo Código Penal que el resto del Estado, más laxo que el de otros países europeos, y estar bien situada estratégicamente.