El menosprecio sutil pero evidente en clase, la ridiculización de lo que dice cuando responde al profesor o las risas del grupo acosador cuando su objetivo --un chico inseguro, dominado por la ansiedad, que se siente indefenso-- aparece en el aula o en el patio, convierten en un infierno la vida de un número no determinado de niños y adolescentes. No existen estadísticas que permitan determinar si es un fenómeno creciente, o bien de conductas de las que ahora se habla y antes no, pero lo cierto es que suceden, con trágicas resoluciones en algunos casos, como el reciente suicidio de un niño de 11 años ocurrido en Leganés (Madrid). Aun así, este no es el principal motivo por el que algunos menores de 18 años intentan, o consiguen, darse muerte. Los conflictos amorosos son la principal causa, dicen psicólogos y psiquiatras.

Los manuales de psiquiatría infantil y juvenil advierten de que el bullying es un factor de riesgo de suicidio al que es preciso poner freno y dar solución, pero, salvo excepciones, la realidad refleja que el menor que es objeto de persecución psíquica --y con frecuencia física, además de en las redes sociales-- por parte de individuos que formaban parte de su grupo de relaciones, no encuentra refugio ni en su familia ni en los profesores del colegio.

DETECTARLO // El perfil del menor que es objeto de acoso se suele describir a posteriori cuando la situación se ha desbordado. Esa es precisamente una de las lagunas para la que psicólogos y profesores reclaman la intervención autorizada de algún organismo público que paute acciones que enlacen el mundo emocional, y los conflictos psíquicos naturales en niños y adolescentes, con el ámbito escolar, el inicio de las relaciones de pareja y la interacción en colectivos cada vez más complejos. “Los profesores actuamos por sentido común y más o menos percibimos la forma sutil con que algunos alumnos machacan a los compañeros que son más flojitos en clase. Pero si ese chico pierde el apoyo de su familia y es acosado de forma insoportable, el caso se nos escapa”, afirma el sociólogo Nicolás Viñés. “El profesorado debería tener una cierta preparación, algunas pistas, para saber cómo intervenir, al margen de avisar a la policía cuando existe un acoso evidente a través del móvil --prosigue Viñés--. Y es necesario dar herramientas a los alumnos, para que sepan adónde acudir y cómo defenderse”.

Entre los pacientes de los grupos de terapia para adolescentes obesos que dirige Sandra Gussinyer, psicóloga clínica, abundan los jóvenes que empezaron a comer de forma desaforada para refugiarse de un acoso escolar desatendido. Esta especialista reclama que las administraciones educativas adopten un papel activo para atajar el problema.

Los principales motivos que, no obstante, conducen a algunos adolescentes a intentar darse muerte tienen un patrón muy clásico, asegura el psicólogo Joaquím Puntí. Una fuerte discusión con el padre o la madre puede conducir a una tragedia, advierte Puntí. “Y, sobre todo, romper con wl novio o la novia”, añade. H