Un avance médico importante. Un joven estadounidense ha recuperado el tacto gracias a un implante cerebral con el que controla un brazo robótico, un importante avance que recoge un estudio que publica esta semana la revista especializada Science Translational Medicine.

Nathan Copeland, que tiene ahora 28 años, quedó cuatripléjico, con parálisis en las cuatro extremidades, hace 12 años en un accidente de tráfico en el que se lesionó la médula espinal. El joven puede ahora sentir sus dedos gracias a un implante cerebral desarrollado por científicos de la Universidad de Pittsburgh (Pensilvania) y a un brazo robótico creado en la Universidad John Hopkins. El brazo robótico envía señales a las áreas del cerebro donde el joven solía experimentar las sensaciones del tacto de sus manos y dedos.

Antes de la cirugía del implante, los científicos usaron técnicas de imagen médica para identificar las regiones exactas del cerebro que correspondían a las sensaciones en cada uno de sus dedos y palmas de las manos. «El resultado más importante de este estudio es que la microestimulación de la corteza sensorial puede provocar una sensación natural en lugar de cosquilleo», explica Andrew Schwartz, coautor del estudio.

«La estimulación es segura y las sensaciones evocadas son estables por meses. Se necesita aún mucha investigación para entender mejor los patrones de estimulación que se necesitan para ayudar a que los pacientes hagan mejores movimientos», agrega.

Copeland describe la nueva sensación de este modo: «Puedo sentir cada dedo, es realmente una sensación rara. A veces se siente eléctrico y a veces es presión, pero la mayoría de las veces puedo notar la mayoría de mis dedos con precisión definida».

El nuevo avance es la continuación de otros anteriores logrados por el mismo equipo. Hace cuatro años, ayudaron a Jan Scheuermann, una mujer tetrapléjica por una enfermedad degenerativa, a recoger objetos mediante un brazo robótico controlado mentalmente. Antes, Tim Hemmes, paralizado en un accidente de moto, llegó a tocar la mano de su novia con la misma técnica.

Pero los investigadores recuerdan que la forma en que nuestros brazos se mueven de forma natural e interaccionan con el entorno va más allá de pensar y mover los músculos correctos. Interviene el tacto, gracias al cual somos capaces de distinguir entre un pastel y una lata de refresco, que agarramos con distinta presión.

EL CANDIDATO // Ese ha sido el siguiente paso de los investigadores: conseguir el tacto. A medida que buscaban al candidato adecuado, desarrollaron y perfeccionaron su sistema. Los investigadores encontraron al voluntario en Pensilvania. Tras pasar diversas pruebas, Nathan fue operado la primavera pasada. En el cerebro se le implantaron cuatro diminutos microelectrodos, con un tamaño aproximado de la mitad de un botón de camisa. Antes de la cirugía, se emplearon técnicas de imagen para identificar las regiones exactas de la corteza relacionadas con el sentido de la palma y los dedos de la mano. H