Lisboa dio inicio ayer formalmente a su año como capital verde europea, una designación que las autoridades lusas afrontan ansiosas por dar ejemplo al resto del continente y mostrar que cualquier país, por pequeño que sea, tiene un papel en la lucha contra el cambio climático. Ese fue el mensaje repetido en la apertura oficial de este año, realizada en el céntrico Parque Eduardo VII con la presencia de las máximas autoridades de Portugal: el presidente, Marcelo Rebelo de Sousa, y el primer ministro, António Costa.

También estuvo allí el secretario general de la ONU, el portugués António Guterres, que asistió primero al izado de una bandera lusa hecha con plásticos sacados de los océanos -toda una declaración de intenciones de lo en serio que se toma Lisboa este año verde- y luego a los discursos, que reivindicaron el ejemplo que la ciudad puede dar.

«¿Por qué actuar si somos demasiado pequeños para marcar diferencia? Es verdad que no será en Lisboa o en Portugal donde pararemos el calentamiento global, pero tenemos el deber de hacer nuestra parte», subrayó el alcalde de la capital lusa, Fernando Medina. El mandatario ha hecho del medio ambiente una de sus últimas causas políticas, algo que evidenció a principios del pasado diciembre, cuando fue a recibir a la activista sueca Greta Thunberg, que acababa de atravesar en catamarán el Atlántico, a un muelle de la ciudad. Esta actitud le valió numerosas críticas entre sus opositores políticos, que recordaron su defensa de la construcción del aeropuerto de Montijo, al que se oponen los ecologistas.