El histórico experimento que realizó el Ayuntamiento de Madrid para combatir la contaminación en la ciudad, prohibiendo la circulación de la mitad de vehículos en función del número de matrícula, se ha saldado con una reducción del tráfico de aproximadamente el 8%, una satisfacción entre los taxistas, un desconcierto generalizado de los vecinos y numerosas multas. Y también con polémica política. Ayer, día 29 (número impar), solo podían entrar en la almendra de la ciudad, el eje central, los coches con matrícula impar.

Será, en cualquier caso, una medida fugaz. Debido a la ligera mejoría de la contaminación, el Ayuntamiento ha decidido levantar el veto para hoy y el sábado (día de Nochevieja). Eso significa que todos los conductores --con independencia de su matrícula-- podrán atravesar la M-30 y acceder al centro. Lo que continúa en pie, eso sí, son el resto de restricciones: hay que circular por la citada M-30 a 70 kilómetros por hora como máximo y solo los residentes pueden aparcar en las zonas reguladas. Los demás, o dejan el coche en casa o pagan un aparcamiento privado.

La mayoría de conductores respetaron la norma. Las vías madrileñas estaban más despejadas y circulaban por ellas matrículas impares. En plena hora punta (de 7.00 a 8.00) la reducción del tráfico era del 8%. Ahora bien, numerosos vecinos estaban haciendo caso omiso y llevaban su coche con matrícula par. Para evitar la picaresca, los principales accesos a la ciudad (avenida de América, Ciudad de Barcelona, Moncloa…) amanecieron con controles. En cada puesto, varios policías municipales y responsables del servicio de movilidad comprobaban las matrículas. Cada vez que veían una par (en una hora se detectan unas cien, según fuentes oficiales) instaban al vehículo a parar. Después de la denuncia que consiste en tomar nota de la matrícula para poder gestionar más adelante la multa en el ayuntamiento (90 euros o 45 si se efectúa el pronto pago), el agente obliga al infractor a dar media vuelta y no entrar a Madrid. «Nuestra obligación es denunciar a los infractores», afirma un policía.

El desconcierto era generalizado en la ciudad. Pocos se aclaraban con restricciones y excepciones. La mayoría las asumía.