La última vez que los gobiernos del mundo se reunieron en las Naciones Unidas para abordar la lucha contra las drogas, la cita acabó con un propósito inalcanzable: “Un mundo libre de drogas. Podemos hacerlo”. La cumbre avaló la criminalización que ha marcado la “guerra contra las drogas”, una política que la mayoría de los expertos consideran hoy un fracaso colosal. Pero, desde 1998, mucho ha cambiado. Uruguay y cuatro estados de Estados Unidos han legalizado la marihuana; Canadá ha prometido hacerlo y el Supremo mexicano ha dado los primeros pasos en esa dirección; Portugal ha descriminalizado los estupefacientes y Alemania ha emulado el modelo suizo para suministrar heroína con receta a los toxicómanos.

Los planteamientos reformistas están en auge y el tratamiento gana espacio frente a la encarcelación. Pero como quedará demostrado esta semana en la sesión especial convocada en la Asamblea General de la ONU para abordar el problema de las drogas 18 años después, el mundo sigue dividido a la hora de afrontar las consecuencias de un negocio ilícito que mueve 380.000 millones de dólares al año. Washington ya no es el principal propulsor de la guerra contra las drogas, una política que ha llevado a millones de consumidores estadounidenses y traficantes de poca monta a la cárcel y que ha devastado a los países que alimentan su mercado, desde México a Honduras o Colombia, sumidos en una infinita espiral de violencia y abusos de los derechos humanos.

El cambio de actitud estadounidense, derivado de la epidemia de heroína que afecta a sus clases medias y de la legalización del cannabis en varios estados, ha dejado a Rusia y China como los principales garantes del status quo. “Es necesario utilizar las mismas medidas que se aplican a los líderes de las organizaciones terroristas”, decía el jefe de la agencia de control de drogas rusa, Viktor Ivanov. Moscú y Pekín tienen a su lado a los países musulmanes, que no solo son conservadores por naturaleza sino que carecen comparativamente de un problema importante de consumo, quizás con la excepción de Afganistán e Irak. Todo eso hace que no se esperen grandes cambios en la declaración final de la cumbre.

Algunos países han empezado a actuar por su cuenta legalizando la marihuana o despenalizando el consumo, al tiempo que crece la movilización de la sociedad. Que la guerra contra las drogas no ha funcionado, puede darse como un hecho: hace cuatro años la ONU estimó que para el 2050 habrá aumentado en un 25% el número de consumidores de estupefacientes en el mundo. H