El segundo brote de ébola al que se enfrentan esta temporada los habitantes de la República Democrática del Congo ha causado la muerte de 72 personas, según ha informado el Ministerio de Sanidad congoleño, que dispone de datos actualizados hasta el 25 de agosto. Las dos provincias afectadas por el nuevo brote, Kivu del Norte e Ituri, en el noreste, registran 111 casos de la enfermedad, 83 confirmados y 28 probables y en observación. Las autoridades investigan otros seis casos posibles e informan de que 14 pacientes han logrado recuperarse.

En un país donde la enfermedad es endémica, la diferencia con otros brotes es que estos dos, el de Kivu del Norte e Ituri y el que ya se había registrado en la provincia de Ecuador, tienen lugar en zonas beligerantes. Son regiones que viven desde hace años una situación de conflicto y donde hay noticias frecuentes de constantes matanzas protagonizadas por rebeldes congoleños, ruandeses y ugandeses, que se enfrentan a las tropas gubernamentales y a las fuerzas de la ONU.

INCIDENTES VIOLENTOS

La epidemia declarada el pasado 1 de agosto en Kivu del Norte ha traspasado las líneas rebeldes, tal y como temía la Organizacón Mundial de la Salud (OMS). En esta zona hay más de cien grupos armados activos y se han registrado más de 120 incidentes violentos en lo que va de este año 2018. Es una de las regiones más inestables del país. En la ciudad de Oicha, bajo control gubernamental, pero bajo asedio de los rebeldes ugandeses de las Fuerzas Democráticas Aliadas, se ha registrado un caso de contagio y otro paciente está en observación.

«Por primera vez tenemos un caso confirmado en una zona de gran insegurida», declaró el viernes pasado el director general adjunto de la OMS y responsable de las operaciones de emergencia, Peter Salama, en el marco de una rueda de prensa convocada expresamente para informar de la situación. «Anticipábamos el problema y temíamos que ocurriera», añadió. El caso confirmado de Oicha complica mucho la labor del personal sanitario y humanitario desplazado al Congo para hacer frente a la emergencia, se lamentó, que subrayó que la única manera en que los trabajadores de la ONU pueden desplazarse y entrar en la ciudad es con escolta. Voluntarios, sacerdotes y empleados del Gobierno se cuentan actualmente entre los rehenes de los rebeldes. «Estamos en una encrucijada», denunció.

La peor epidemia de esta enfermedad se declaró en marzo de 2014 en Guinea Conakry, país desde el cual se expandió a Sierra Leona y Liberia. La OMS solo pudo dar por finalizada la epidemia en enero de 2016, tras registrar más de 11.000 muertes.