Nada más salir victorioso «y algo tembloroso» de la votación a la presidencia de la Conferencia Episcopal Española (CEE), el arzobispo de Barcelona, Juan José Omella, pidió ayer a la prensa no tirar de clichés. Lo hizo cuando un periodista le ubicó en el sector moderado de la Iglesia católica y le preguntó si su nombramiento se podía entender como un cambio de rumbo. «Aquí todos trabajamos en equipo», sonrió el nuevo mandatario eclesiástico, un hombre de confianza del Papa Francisco, que le nombró cardenal en el Vaticano en 2017. También es fiel al Papa el recién elegido vicepresidente, el arzobispo de Madrid, Carlos Osoro.

En una votación que se intuye bastante reñida en mitad de la asamblea plenaria, Omella salió elegido frente a otro aspirante de perfil bastante más conservador, Antonio Cañizares, arzobispo de València, que ha solido tener encontronazos en los últimos tiempos con el Gobierno socialista, ya sea por el veto parental aprobado en Murcia o por la clase de Religión, que con la reforma educativa de la ministra de Educación, Isabel Celaá, dejará de contar para nota y no tendrá asignatura espejo para los estudiantes que no opten por cursarla.

Cuando Omella fue preguntado por los planes inmediatos del Gobierno de coalición entre PSOE y Unidas Podemos en torno a la Educación y la eutanasia, el presidente de la curia se limitó a decir que «vivimos en una sociedad compleja». Y añadió: «Deseo éxito al Gobierno. Yo rezaré y colaboraré en la medida que pueda».