En estos extraños días de pandemia, los científicos repiten una y otra vez la misma frase jocosa. «Un virus no es más que un conjunto de malas noticias envueltas en proteínas». El SARS-CoV-2, el patógeno emergente que ha puesto el mundo patas arriba, de hecho no es más que «una bola» de material genético (ARN) envuelto en proteína y grasa. Sencillo, ¿verdad? Pues el camino para que, en un futuro, este virus no cause más daños es lograr una vacuna segura y eficaz que permita crear una inmunidad de grupo frente al covid-19, la enfermedad desencadenada por este patógeno. En la carrera por la vacuna, las investigaciones en curso exploran cuatro caminos para deshacerse del virus y, a su vez, se enfrentan a cientos de obstáculos.

Una vacuna es un compuesto que engaña al cuerpo para hacerle creer que ha sido infectado por un patógeno. Para ello, se utiliza como señuelo partes de estos microorganismos para que el cuerpo empiece a luchar contra la infección. El sistema inmunitario, entonces, reacciona generando unas proteínas conocidas como anticuerpos para que identifiquen y destruyan el patógeno invasor. El objetivo es crear un «plan de ataque» para que, si en un futuro se contrae la infección, el cuerpo sepa cómo reaccionar.

A grandes rasgos, el camino hacia la futura vacuna contra el covid-19 está siguiendo cuatro principales caminos. La técnica para una vacuna «clásica», la vacuna genética, la vacuna viva o la vacuna basada en proteínas. Su explicación y funcionamiento, en los gráficos de la derecha.

Piedras en el camino / El desarrollo de una vacuna no es sencillo. De hecho, se estima que estos compuestos demoran de media unos 10 años en salir a la luz. Aunque ahora se promete acortar este periodo, no se esperan resultados antes de 18 meses. El reto científico consiste en lograr una inmunización eficaz y segura. El reto logístico, en conseguir un preparado que pueda producirse, repartirse y suministrarse a gran escala.

Algunas estimaciones calculan que harían falta al menos 4.000 millones de dosis para inmunizar al 50% de la población. Esta cifra podría aumentar, y multiplicarse por dos, en caso de que se necesitara más de una dosis por persona. O que la protección fuera limitada en el tiempo.

Un reciente análisis publicado por ISGlobal, recuerda que existen al menos tres puntos de conflicto cara a una futura «vacuna universal». Para empezar preocupa cómo se va a producir a gran escala y a gran velocidad. También hay dudas sobre cómo repartir estas inmunizaciones para que lleguen a todos los rincones del mundo. Y, finalmente, ya se abre el debate sobre la propiedad de este compuesto.

PROCESO COMPLICADO / «Lograr una vacuna es un proceso complicado y que requiere tiempo. Puede que para el invierno del año que viene tengamos una (o varias) vacunas testadas. Pero ni así está garantizado que se hayan aprobado, producido y repartido a gran escala», advierte Rafael Vilasanjuan, uno de los autores del documento y director del área de Análisis y Desarrollo Global de ISGlobal. Ahora que la carrera para lograr una inmunización está con el acelerador al máximo y con herramientas hasta ahora no utilizadas, surgen un mar de incógnitas por despejar.

¿Cómo se lograrán producir grandes cantidades en poco tiempo? ¿Cómo se repartirán? ¿Habrá prioridades? ¿Habrá que regular el precio de estos productos esenciales? ¿Y si no son eficaces a largo plazo? Imposible, por ahora, responder a estas preguntas. Pero quizá sí empezar a reflexionar sobre ellas.