Los idiomas y alfabetos son distintos. Pero el movimiento que se hace cuando se escribe a mano podría ser universal e innato. Así lo sugiere un estudio, según el cual niños y niñas que empiezan a escribir ya tienen desarrollado ese ritmo: los gestos necesarios para escribir estarían inscritos en la biología humana.

De confirmarse esta teoría, se entendería por qué escribir a mano, según algunas investigaciones, tiene efectos beneficiosos en el aprendizaje y en la lectura. Además, los menores con dislexia se alejan de esos patrones: esta observación podría contribuir a la detección precoz y a nuevos enfoques educativos.

El estudio analiza 298 escolares italianos de primaria. Se les pide de escribir a todos una misma palabra de forma espontánea, luego más grande y luego más rápido. Los niños lo hacen en un papel fijado a una tableta electrónica que monitoriza cada uno de sus movimientos. «Los niños aplican unos mismos principios [a la hora de escribir] desde primero de primaria: no se ve evolución», comenta Elena Pagliarini, lingüista y primera autora del trabajo.

La especialista cree que el tipo de tableta empleado en la investigación podría ser una herramienta de diagnóstico temprana y se muestra convencida de que los disléxicos puedan beneficiarse de intervenciones que se centren también en la escritura, pues considera que este defecto solo «es un trastorno de lectura».