Contento, el chino Chen se encara con la televisión mientras limpia la barra. El Telediario resume las elecciones municipales y cuando aparece Manuela Carmena, exclama: «¡Se acabó la vieja!».

Flanquean la tele un banderón franquista, otro de la Falange y una colección de gorras policiales. Es la decoración del Bar Oliva, en el sur otrora obrero de Madrid. Regenta el bar la sociedad limitada Hostelería Kira, de Xianwei Chen, más conocido como «el chino facha». Cuando vino a España, hace 20 años, se vio bien acogido por ultras y se hizo franquista. El chino se ha hecho popular en la tele y el Oliva es uno de los más conocidos templos del franquismo, esa mutación del bar de carretera que se caracteriza por la exhibición profusa de imaginería de la dictadura.

«CAMINO DE SANTIAGO» // Otros siete locales se asocian en la Ruta 36, un cinturón de bares en la meseta para contrarios a la exhumación de Franco y el procés. Ambos fenómenos, igual que despertaron el voto de Vox, les animan las cajas registradoras. «Es un camino de Santiago», explica el camarero del bar El Cangrejo, de La Solana (Ciudad Real). La ruta incluye al café del Valle de los Caídos (contrata de Patrimonio Nacional) y un local que no es bar, solo museo privado, de la Guardia Civil en Almendralejo (Badajoz).

La exhumación de Franco anima la venta de merchandising, admiten en varios bares de la ruta. A los vinos que homenajean a Franco, ahora los renueva el licor Franco no se toca-Más Cojones, orujo de 20 grados a 17 euros la frasca, decorada con fotos del dictador y del Valle de los Caídos. Tras una etiqueta sin marca está el embotellador Rafael Zurita, cuarto en la lista del PP para el 26-M en Fernán Núñez (Cordoba), feudo de Izquierda Unida y el PSOE, municipio en el que ha presidido 12 años la ejecutiva local.

Zurita dice que el licor, que lanzó en Semana Santa, «no se vende mal; es que como han removido lo de Franco…». Y aclara: «También servimos a las fiestas del Partido Comunista ¿eh?». Concretamente, Licor de la Paz, orujo con melisa y cáñamo.

Tanto como la exhumación de Franco moviliza la Ruta 36 el procés. Un gran DNI tuneado decora El Cangrejo, con la cara del expresident y el aserto: Naciste español y te morirás español. Es solo decoración, no se vende. Sí está a la venta por 15 euros --en Casa Pepe, que tiene la tienda más grande-- una camiseta con una caricatura de Pedro Sánchez besándole el trasero a Quim Torra.

Más asequible, un dulce a cinco euros, decorado con el escudo franquista, lleva la leyenda Galleta para independentistas-España una, grande y libre. El rastreo de su registro sanitario lleva hasta Dulces Ana, pastelería de Campo de Criptana (Ciudad Real), que anuncia las galletas personalizadas más originales para cualquier celebración. Ana, la dueña, dice: «Yo vivo de este negocio. Si viene Podemos y me pide una tarta con la cara de Pablo Iglesias, se la hago».

PROVISTOS DE CARNÉ // Moteros o camioneros que quieran completar este peregrinaje llevan un carné que sellar en cada local. «Y si lo llenan, se les invita a comer», comenta Eladio Blázquez, dueño del Casa Eladio de Ávila. El momento de más afluencia a su bar es cada 20 de noviembre, cuando organiza una misa en la terraza.

Al fin y al cabo estos templos del franquismo viven del rito y de una simbología proscrita por la ley de memoria. En el Casa Pepe, el local más visitado, con 600.000 euros anuales de volumen de negocio, conviven los bustos de Franco de escayola a cuatro euros, con las cabezas de bronce de Millán-Astray, a 90, y se ofrecen, por ejemplo, correas rojigualdas para el pitbull.