Se dice que los dispositivos móviles nos han cambiado la vida hasta el extremo de no concebir el día a día sin semejantes artilugios. Han facilitado las cosas, sí, pero para quienes realmente el viraje tecnológico ha supuesto, sin proponérselo, un hallazgo milagroso ha sido para la comunidad de personas con discapacidad auditiva. A ellos sí que la revolución digital les ha cambiado, y para mucho mejor, la vida en su mundo del silencio. Ahora están conectados. Entre ellos y con la población oyente. Cuatro amigos sordos veinteañeros nos lo explican. Se conocieron en el Centro de Educación Especial Josep Pla de Barcelona y ahora estudian jardinería y viverismo en Castell de Sant Foix, en Santa Maria de Martorelles. Mientras los oyentes enmudecen con la mensajería instantánea y gratuita, ellos se sirven de ella cual voz comunicativa.

«Nosotros somos bastante jóvenes, pero sabemos que con el teléfono por cable la comunicación para las personas sordas era mucho más limitada. Si la conversación era con algún oyente, podían usar la ayuda de un intérprete, pero si era con otra persona sorda debía ser cara a cara o por carta. Ahora gracias a las nuevas tecnologías es muy cómodo y rápido quedar con la gente», argumenta vía e-mail Massalou Sanogo, un maliense de 21 años residente en Rubí. A golpe de WhatsApp, se han reunido para las fotos. En la época predigital hubieran tenido que enviarse una carta, un fax o utilizar un intermediario. Están, pues, muy agradecidos a las invenciones de Jan Koum, Mark Zuckerberg y demás, aunque no fueron concebidas pensando en ellos.

Antes de internet, refrenda Josep Quer, profesor de investigación de ICREA-Universitat Pompeu Fabra, la «posibilidad de signar era únicamente presencial». «Solo podían conversar en la escuela (de sordos, cuando existían), en la asociación de personas sordas o en el seno de la familia o con amigos, si eran competentes en lengua de signos», detalla.

MEJOR POR VÍDEO // Ha habido, también para la comunidad de sordos, una evolución 2.0, explica el dominicano Yoel Santos, vecino de Barcelona. «Al principio usábamos Messenger, ahora lo que más usamos es Facebook, Whatsapp y a veces Skype. Nos comunicamos mayoritariamente vía vídeo. Para nosotros es más cómodo poder hacerlo en nuestra lengua natural, la de signos». Los cuatro amigos, nacidos fuera de nuestras fronteras, al llegar a España estudiaron en la escuela la LSC (lengua de signos catalana). Fuera de las aulas, en el día a día con otros signantes, aprendieron la española (LSE).

Los emoticonos también forman parte de sus interacciones («un beso, un pulgar alzado, tienen los mismos significados para nosotros», cuenta el colombiano Sebastian Tabares», y la aplicación que más emplean es Whatsapp. «Es muy cómodo para realizar vídeos”, apunta Clarence Llamelo, nacido en Filipinas.

Los smartphones, afirman, les permiten sentirse más integrados al poder relacionarse directamente con las personas que desconocen su lengua. «Podemos comunicarnos con nuestros compañeros de clase oyentes con wasaps. También los usamos como soporte cuando estamos en la calle y la mímica no es suficiente para explicarnos», aporta Yoel.