Hay silencios ensordecedores, como un oximóron perfecto. También severos, raros, complejos y perplejos. De calor asfixiante en el ecuador de agosto. Como el de ayer, de un minuto de duración en recuerdo y solidaridad por las víctimas de la tragedia ocurrida el domingo, cuando un hombre asesinó a su hijo de 12 años, acuchilló a su hija de 10 y luego se suicidó en la Ribera de Cabanes. Nadie entendía el porqué de este parricidio.

Un acto en el que participó la subdelegada de Gobierno en la provincia de Castellón, Soledad Ten, miembros de la corporación municipal de Cabanes, la teniente de alcalde delegada de la Ribera de Cabanes, el diputado provincial, Abel Ibáñez, en representación de la corporación provincial, y el senador por designación territorial, Carles Mulet, así como numerosos vecinos de la población y del bloque de apartamentos donde residía la familia. Un minuto de silencio para condenar los hechos acaecidos y apelar a la sensibilidad de la ciudadanía, por un suceso que ha consternado y conmocionado no solamente a la Ribera de Cabanes «sino a toda España», como subrayó la subdelegada.

Y, en medio de la tristeza colectiva, un atisbo de esperanza. La presidenta de la asociación de vecinos PAI Torre la Sal, que incluye Costamar, María Dolores Melero, señaló ayer que van «a volver a un verano normal». «Los vecinos somos una piña y tenemos que regresar al día a día, sobre todo por los niños, muy amigos y que han quedado muy tocados», explicó Melero. Una asociación que agradeció al Ayuntamiento la posibilidad de que algunos de los residentes tuvieran asistencia piscológica. H