Eran las 5.30 horas del 25 de septiembre del 2018 cuando un vecino de la calle Río Adra descubrió el cadáver de Ricardo Carrascosa al marcharse a trabajar. Se había tirado desde el sexto piso. El suicidio del doble parricida de Castelló no dejaba entrever entonces el horror del crimen que acababa de cometer en su domicilio de la capital de la Plana, donde poco después fueron encontrados los cuerpos sin vida de sus hijas, Martina y Nerea, de dos y seis años.

La alargada sombra de la violencia machista planeó desde el primer minuto por la mente de los investigadores. Carrascosa y la madre de las niñas estaban separados y la mujer había interpuesto una denuncia por amenazas. En ella hablaba del miedo que sentía a que el parricida hiciera daño a las pequeñas, pues la madre había recibido frases por su parte del tipo: «Me voy a cargar lo que más quieres».

Fue necesaria la presencia de los bomberos para abrir la puerta de la vivienda. Los efectivos encontraron dentro los cadáveres de las dos niñas, a quienes su padre había atacado con un hacha mientras dormían.

Un barrio devastado

El barrio quedó absolutamente conmocionado por lo sucedido. Nadie daba crédito al doble asesinato. «Es incomprensible que un padre haga algo así», lamentaban los primeros vecinos, apostados a las puertas del número 36. Entre los presentes, un amigo de la familia lloraba amargamente. «Hablé con Ricardo este mismo sábado y ayer lo vi con las niñas. Me dijo que estaba pasando un mal momento económico y que estaba agobiado, pero nunca hubiera pensado que pudiera llegar a hacer algo así. Yo le dije que todo se arreglaría y que no se preocupara y mira... ¡Mátate tú, pero no a las niñas, por Dios...!», decía.

Fallaron los protocolos

La denuncia contra el infanticida interpuesta siete meses antes ante la Policia Nacional se calificó como «de bajo riesgo» cuando la mujer se personó en la comisaría provincial de Castelló. El test policial realizado a la víctima (estandarizado por el Ministerio) no detectó la gravedad de los hechos, pese a que la mujer temía por su seguridad y la de sus hijas porque él ya las había amenazado de muerte. Pese a que la madre y el Ministerio Fiscal solicitaron en primera instancia una orden de alejamiento, no se fijaron medidas cautelares y Carrascosa continuó viendo a sus hijas.

El colegio Lope de Vega, al que acudían las niñas, el Ayuntamiento, la Diputación y tantos otros organismos realizaron minutos de silencio en memoria de las pequeñas y de condena al doble crimen machista.

La madre, Itziar Prats, realizó un comunicado público. «Él nunca admitió nuestra separación y menos que la decisión de hacerlo fuera mía. En su esquema de pensamiento las decisiones las toman los hombres, así que empezó a llenarse de odio y a tener actitudes violentas», aseguraba.

La mujer lamentó que el sistema hubiera «fallado». «Todos lo reconocen, pero ninguna administración asume las consecuencias de su responsabilidad», dijo.

Un año después del terrible infanticidio, Itziar Prats continúa su lucha personal, vivir sin sus hijas, y judicial, ya que ha presentado una reclamación previa por responsabilidad patrimonial de la Administración al considerar su abogado que «tanto el Ministerio de Interior, como el de Justicia, son corresponsables de los hechos».

«Soy una madre sin hijas»

La mujer se trasladó a Madrid --su ciudad natal-- tras lo ocurrido y se refugia desde entonces en su familia y en un nuevo proyecto. Teje mariposas violetas para llevarlas a distintos colegios como símbolo de la educación en igualdad y dice que le dan «fuerza» para seguir adelante. En una entrevista reciente concedida a El País afirma: «Soy una madre sin hijas».