Culpable de asesinato por la mínima. El jurado popular tomaba su decisión a las 21.00 horas de ayer en la Audiencia Provincial, tras diez horas de deliberación, y declaraba a Manuel Enrique A.A. culpable por siete votos (el mínimo necesario) de «dar muerte violenta y sin posibilidad de defensa» a su vecino de Benicarló porque le molestaban los ladridos de sus perros.

El emotivo alegato final que Manuel Enrique A.A. realizó durante la última sesión del juicio y que hizo llorar a tres miembros del jurado, además de a su abogado y a buena parte del público, no fue suficiente para convencer a los miembros del tribunal de su inocencia. Ayer, al conocer su veredicto de culpabilidad, se derrumbaba y rompía a llorar, al igual que sus dos letrados, que no podían contener las lágrimas en el estrado de la Sección Primera.

PETICIÓN DE PENAS / Tanto el fiscal, como la acusación particular pidieron, tras conocerse el fallo del jurado popular, una condena de 20 años de prisión para el procesado e indemnizaciones superiores a los 100.000 euros para la viuda. Por su parte, la defensa solicitó la pena mínima.

La magistrada presidenta, Aurora de Diego, disolvió el tribunal del jurado y declaró el caso visto para sentencia.

Los hechos por los que ha sido declarado culpable se remontan al verano del 2014, cuando la víctima y Manuel Enrique A.A. eran vecinos en un edificio de la avenida Papa Luna de Benicarló. Las desavenencias entre ellos fueron habituales durante días con motivo de los ladridos de los tres perros que el fallecido tenía en casa. El día 26 de agosto, tras una discusión entre las mujeres de ambos, Manuel Enrique A.A. cogió una escopeta del comedor de su vivienda y disparó a la víctima en la cabeza, a una distancia de 50 centímetros, tal y como confirmaron los peritos durante el juicio, que se ha prolongado durante tres días en Castellón.

«Después de matar a mi marido lo vi tan contento», declaraba la mujer de la víctima, mientras sus dos hijos pedían «justicia» y aseguraban que el acusado, al que se refirieron como un «monstruo», les había «destrozado la vida».

La versión del procesado, quien en todo momento reconoció el disparo, pero dijo que fue accidental, fue radicalmente opuesta. En la carta que leyó durante su alegato final aseguró «arrepentirse cada día» de lo ocurrido y afirmó que «ojalá hubiera sido yo» quien perdiera la vida. Pidió perdón a la familia del fallecido y aseveró que «apechugaría» con la condena. Ahora se enfrenta a 20 años de prisión. H