La víctima del apuñalamiento sangraba muchísimo por la yugular y también por la herida de la espalda. La sangre salía a borbotones y lo taponé como pude mientras venía la ambulancia». En estos términos recordó ayer un policía nacional la asistencia que prestó a un hombre que fue apuñalado en el parque Ribalta de Castelló en septiembre del año 2018. El acusado de esa tentativa de homicidio, que se enfrenta a nueve años de prisión, se sentó ayer en el banquillo de los acusados de la Audiencia Provincial.

Desde el inicio del juicio, el presunto autor, que se encuentra en prisión preventiva, se mostró muy alterado, renegó de su abogado y exigió que se le cambiara de letrado de oficio. El tribunal le advirtió que eso no era posible y le pidió que se calmara. Pese a este aviso, el procesado continuó hablando cuando debía guardar silencio, girándose para mirar a quienes estaban en la sala y fue apercibido por las policías nacionales y guardias civiles que lo custodiaban, viviéndose momentos tensos en la Sección Primera.

El acusado se negó a responder incluso a su propio abogado y dijo que lo había denunciado ante el Tribunal de Estrasburgo.

La víctima del apuñalamiento, por su parte, reveló que el inicio de la discusión entre ambos fue el corte de luz que habían sufrido en el piso que compartían. «Yo le dije que no pensaba pagar nada y él se puso muy nervioso. De repente, me lanzó tres navajazos. Pedí auxilio a un hombre que estaba en la calle», dijo el denunciante a preguntas del fiscal.

Varios testigos del suceso depusieron en el juicio oral para recordar lo que observaron ese día. «Vi a un grupo de gente que se empujaba y dos de ellos se pegaban puñetazos. De pronto, vino hacia donde yo estaba un chico que tenía la espalda y el pecho cubiertos de sangre», apuntó un varón.

Una mujer afirmó que el agresor era «un tipo alto, moreno y delgado» y corroboró que el herido «sangraba mucho».

Otro policía nacional, quien intervino en la detención del presunto agresor, destacó la violencia de este. «Tuvimos que emplear la defensa reglamentaria para inmobilizarlo porque se resistía y nos daba patadas», contó.

Aunque el procesado tiene diagnosticado un trastorno esquizo-afectivo, los médicos que lo reconocieron apuntaron que el mismo no afectó a sus capacidades a la hora de cometer el ataque.

La Fiscalía mantuvo en su informe final la petición de nueve años de cárcel, así como una indemnización de 5.000 euros para la víctima. La defensa, sin embargo, solicitó la absolución al considerar que solo el denunciante había señalado claramente a su cliente y que no existía prueba de cargo suficiente. El caso quedó ayer visto para sentencia.