El hundimiento de Ciudadanos (Cs) en las urnas tiene los visos de la crónica de un descalabro anunciado, al menos en Castellón, donde los pésimos resultados acentuarán la grave crisis interna que el partido venía sufriendo en este territorio, y cuyo intento de resolución por parte de la dirección nacional solo se había detenido por las sucesivas citas electorales.

Los números que describen la espectacular caída de los apoyos al partido naranja van más allá de la comparación entre los comicios del 28 de abril y los del pasado domingo que, como publicó este lunes Mediterráneo, dejan ahora a Cs con 17.065 votos frente a los 51.017 de hace seis meses, lo que representa un descenso de casi 34.000 papeletas, el 66,65% de su granero de respaldos.

Con todo y con eso, van más allá por son los resultados más bajos en cualquier comicio en la provincia desde que la enseña concurre a las urnas y solo las elecciones europeas del 2014 arrojan cifras más bajas. En este caso, de apenas 6.225 apoyos.

Sin estructura

Una de las razones claras de este deshinchamiento de Ciudadanos es el hecho de que se trata de una formación que no ha logrado rentabilizar, aprovechar, los cuatro años transcurridos desde que en el 2015 irrumpiera en el panorama político con representación en las instituciones para crear una estructura territorial y orgánica con fortaleza suficiente como para establecer una penetración estable en el electorado.

El flaco favor que le ha hecho al partido la errática trayectoria de Albert Rivera, su ya exlíder nacional, en los últimos tiempos y hasta ayer, día del anuncio de su dimisión y del abandono de la vida política, ha sido únicamente el detonante de la debacle.

Esa falta de estructura define la naturaleza de una formación que, precisamente, ha contado sobre todo con el peso de su marca estatal para hacerse con votos, escaños en Madrid, Les Corts, Diputación de Castellón y asientos en algunos ayuntamientos como el de la capital de la Plana, Benicàssim y Almassora.

luchas de puertas adentro

A pesar de la estructura interna absolutamente vertical de Ciudanos, que en la provincia ha impuesto sus decisiones desde el primer momento, cortando de raiz, o intentándolo, cualquier disensión en su seno, con expulsiones y salidas que, con la boca pequeña, han estimado forzada del lado de los críticos.

Trás el arranque del partido en Castellón, en general, se logró silenciar la contestación de no pocos militantes, para pasar a uno de los episodios más graves justo este año al hilo de las convocatorias electorales de abril y mayo, en las que la secretaria de Organización, Sandra Julià y exdiputada en Madrid impuso su criterio y el de sus afines para la confección de las listas.

De hecho, la elaboración de la candidatura en las municipales para Castelló abrió en canal a la formación. La rocambolesca situación pasó por el fichaje por parte de la dirección regional y estatal del médico Jesús Merino, que Julià desafió en el último minuto para imponer en su lugar al portavoz actual en el grupo local, Alejandro Marín-Buck, y situar a afines como es el caso de Félix del Pozo en listas electorales.

Silencio

En el plano oficial, el silencio fue la tónica, si bien desde las ejecutivas apuntaron distintas fuentes que la cercanía de las urnas era la única razón para no tomar medidas disciplinarias con Sandra Julià, que mantiene sus cargos orgánicos, si bien ya no acudirá a Madrid como diputada, un escaño que ha ido a parar a la ultraderecha de Vox.

Ahora quedan cuatro años para que vuelvan a abrirse las urnas autonómicas y municipales. En Les Corts, Ciudadanos tiene un total de 18 diputados, de los que cuatro lo son por Castellón, Mercedes Ventura, Cristina Gabarda, Eduardo del Pozo, (del entorno de Julià) y Vicente Fernández.

Mientras, en la Diputación de Castellón dispone de dos escaños, los de Cristina Fernández y Domingo Vicent, así como posiciones destacadas en municipios como Almassora y Benicàsim, que estarán en juego sin un partido fuerte detrás. Todo apunta a que la pelea interna irá a más en el intento de hacerse con la escasa representación que queda.