En un hotel de Madrid ubicado a unos metros del Congreso, que se preparaba para celebrar la primera sesión de control de la legislatura, falleció ayer la veterana Rita Barberá. Se marchó sin despedirse, rodeada de polémica y dejando en shock a los populares la alcaldesa de España, como la rebautizó quien se consideraba su amigo, Mariano Rajoy. «Me siento enormemente apenado. La conocí en los 80 y en el año 91 negociamos su candidatura a la alcaldía valenciana. Se hace muy duro esto», acertó a decir, afectado, el presidente tras conocer la noticia. Hoy estará en el funeral. Será una excepción, pese a que la familia ha manifestado su deseo de que no acudan políticos y tampoco representantes de instituciones en general.

El ruido en torno a la figura de quien era senadora no cesó ni el día de su final: Unidos Podemos sembró la discordia (y cosechó todo tipo de reproches) en el Parlamento al no sumarse al minuto de silencio que se convocó, de manera poco protocolaria, por la valenciana. Se alegó que la corrupción no merece «homenajes». En el Senado los morados sí lo hicieron y grupos como Compromís o ERC recalcaron que no tocaban gestos de protestas, mientras el PP hablaba de «miseria» y el PSOE de «bajeza moral». Por si faltaba algo, José María Aznar emitió un comunicado de pésame en el que no se privó, aunque pudo, de arremeter contra Mariano Rajoy por haberla «excluido» de la organización a la que «dedicó su vida».

Eso pese a que ella siempre fue más cercana al gallego que al expresidente, quien últimamente ha afeado en más de una ocasión al propio Partido Popular que no defienda a los suyos. Donde él se incluye por el caso Gürtel.

El estruendo político convivió ayer con el drama personal. Fue otra de las Barberá, su hermana María José, quien se convirtió a su pesar en testigo de una muerte por infarto. Estaba con Rita en una habitación del Villa Real cuando, alrededor de las siete de la mañana, constató que no respiraba con normalidad y telefoneó al Summa (servicio madrileño de emergencias). Pero ya nada se pudo hacer. Tenía 68 años y no pasaba por su mejor momento en lo profesional y en lo personal. «Tomaba una medicación muy fuerte porque estaba atravesando una depresión muy profunda», declaró el exministro José Manuel García-Margallo o «Margui», como con cercanía se solía referir a él la propia Rita.

Quien antaño fuera la todopoderosa regidora de Valencia -se hizo con el cargo contra pronóstico y logró conservarlo durante 24 años, con cuatro mayorías absolutas a sus espaldas-, se fue de improviso y 48 horas después de haber tenido que declarar en el Supremo, que la investigaba a raíz del caso Taula, ligado al blanqueo de dinero negro en el PP.

‘LA JEFA’ / Ella, la jefa (ese es el apelativo que recibió en su entorno durante décadas y que aceptaba con agrado), sostuvo públicamente hasta el final de sus días que de hipotéticos chanchullos para financiar en B las arcas populares nunca supo nada. Por más que esté imputado todo su equipo de gobierno en el consistorio y que algunos de sus más allegados colaboradores, que supuestamente actuaban bajo sus órdenes y supervisión, tengan por delante un futuro más que incierto en los tribunales.

Con esa tesis de defensa por bandera y aún sin haber superado el trauma político de abandonar su ayuntamiento para entregarlo «a los radicales», usando términos de la propia Barberá, se encontraba insatisfecha. No había ocultado en los últimos tiempos su enfado ante las críticas recibidas desde la prensa y los partidos ajenos, así como su decepción con la organización que ayudó a fundar, de la mano de Manuel Fraga Iribarne.

LA ÚLTIMA CONVERSACIÓN / Sus desencuentros con la dirección popular (tanto en Madrid como en Valencia) por su situación judicial fueron notorios. Los jóvenes vicesecretarios le aconsejaron que se fuera cuando resultó implicada en el caso Taula. Terminó dejando el PP. No el escaño.

Barberá, quien durante años fue un referente para sus tropas y pudo ser lo que hubiera querido (aspirante a presidir la Generalitat valenciana, diputada, ministra....) porque todo se le ofreció en distintos momentos, fue crucial para que Rajoy aguantara en su sillón de líder popular en el 2008. Sin su «amiga» Rita quizás hoy el gallego no estaría donde está. Él admitió a los periodistas que habló con la exalcaldesa el lunes, el día que comparecía en el Supremo. Y le dio igual que la confesión pudiera resultar sospechosa dado su cargo. Obviamente Rajoy prefirió eso a que se siguiese extendiendo la tesis de que había abandonado a quien decía sentirse abandonada.