Antaño estuvieron llenos de vida, pero hoy están muertos. Y lo peor es que muchos de ellos llevan tantos años cerrados a cal y canto que casi nadie se da cuenta de que siguen ahí, vacíos. Es como fueran un elemento más del paisaje urbano. Farolas, bancos, columpios... y edificios sin uso. Grandes inmuebles, algunos con un alto valor patrimonial, que antes fueron testigos mudos del ir y venir de jueces, médicos, policías, bomberos, militares, funcionarios municipales y estudiantes universitarios. Porque en la provincia, desde Almenara a Vinaròs, se contabilizan al menos una veintena de inmuebles públicos en desuso.

En la lista no están todos los que son, pero los que aparecen sí constituyen los ejemplos más representativos de inmuebles con un destino incierto. Pocos tienen un plan de futuro. Y la culpa de todo la tiene el dinero. Los ayuntamientos, propiedad de buena parte de esos edificios, necesitarían millones y millones para ponerlos en marcha. Y esa opción, de momento, es impensable.

La capital es la que concentra buena parte de los edificios públicos que encadenan años y años sin ninguna utilidad, y eso que cada año el Ayuntamiento gasta un millón de euros en pagar los alquileres de locales diseminados por la ciudad y utilizados como dependencias municipales o como sede de entidades vecinales y sociales. Pero aunque la ciudad de Castellón se lleva la palma, los ejemplos de inmuebles abandonados a su suerte se repiten en otras muchas localidades, desde Benicarló a Burriana, donde el antiguo ambulatorio lleva más de 16 años sin uso y sin futuro a la vista. Ahí van algunos de los ejemplos más significativos. H