Han pasado ya varios años desde que el que fuera alcalde de Vila-real Juan José Rubert anunció el que tenía que ser uno de los programas de actuación urbanística que cambiaría radicalmente la imagen de la ciudad en los límites del actual casco urbano por el sur.

Y es que el solar que tenía que ser una foto fija de la modernidad con un rascacielos de 20 alturas, el que en su día ocupó la nave de Fritta --con fachada en la avenida Bèlgica y el Camí les Voltes-- es usado, a día de hoy, como vertedero, especialmente de restos de obra que depositan allí quienes creen que cualquier terreno sin vallar es óptimo para abandonar desperdicios.

El hecho de tratarse de una propiedad privada complica cualquier acción en su interior por parte del Ayuntamiento.

Los escombros, en los que no faltan sanitarios arrancados de su anterior emplazamiento al resultar inservibles para sus propietarios, van ocupando uno de los límites exteriores del solar en cuestión, que también se utiliza como improvisado aparcamiento por parte de camioneros que llegan a Vila-real en busca de carga procedentes de otros países.

Fue en mayo del 2008 cuando se presentó aquel PAI de Fritta, en el que no faltaban amplias zonas lúdicas y dotacionales y un bulevar que conectaría con el entorno del centro de tecnificación deportiva ubicado en la calle Travessa del Camí Betxí.

Ocho años después, los terrenos son solo eso, terrenos, después de que el Tribunal Superior de Justicia de la Comunitat tumbara el programa, atendiendo a la demanda presentada por propietarios de suelo anexo.

Una resolución que derivó en la reclamación del Banco de Sabadell, propietario del solar, de algo más de 14 millones de euros como indemnización al no poder desarrollar el plan. H