«El parkour me genera libertad porque cuando lo practico no pienso en nada más que en hacer un buen salto. Es una buena forma de evadirse del día a día». Esta es la historia de Luis Craciun, un joven castellonense de 22 años que soñaba con imitar a los ninjas y ahora salta por los tejados de Castelló compartiendo sus logros en las redes sociales.

Saltar el parking de Santa Clara 

Luis acostumbra a ver la ciudad desde las alturas y ha saltado muchos tejados en la capital de la Plana, aunque para él, una de las acrobacias más importante la realizó hace unas semanas cuando consiguió saltar la salida del parking de Santa Clara hacia arriba. «Llevaba tiempo queriéndolo hacer, pero nunca se había dado el momento. Ese día entrené bastante en otra zona de la ciudad, pero de camino a casa pasé por ahí y como seguía estando caliente vi que podría ser una buena oportunidad. Decidí ir a por ello, disfruté mucho y me dio una gran satisfacción. Un objetivo más de la lista tachado».

Luis Craciun, saltando un obstáculo en la plaza la Aulas, de Castelló MEDITERRÁNEO

El instituto Joan Ribalta, próximo objetivo

Para practicar esta modalidad, al joven castellonense le gusta mucho la zona de Rafalafena, así como también la zona de la UJI, aunque aquí «es muy complicado entrenar porque enseguida te echan». Asimismo, el joven tiene en mente su próximo gran objetivo: «En el tejado del instituto Joan Bautista Porcar hay un salto que llevo varios años visualizando. Por mis capacidades físicas sé que lo puedo conseguir, pero al ser un salto con riesgo tengo que estar muy bien preparado mentalmente».

Problemas con la policía y dedos rotos

«Hoy en día, el parkour está mejor visto, ya que no te gritan por estar saltando ni te amenazan con llamar a la policía», No obstante, confiesa que alguna vez ha tenido problemas con la policía por practicar en las alturas. «Hace tiempo era el pan de cada día, si alguien les llamaba venían a echarnos de malas formas, pero he visto una mejoría muy buena en ese sentido, ahora son más comprensivos, sobre todo si lo realizamos a pie de calle; nunca tenemos problemas e incluso algunos de ellos se paran a mirarnos y a aplaudirnos. Eso sí, el tema de las alturas es diferente. Nos atan en corto».

La parte menos divertida del parkour son, como pasa en cualquier actividad física que involucra movimientos intensos y desafiantes, las lesiones. «Es verdad que están a la orden del día, pero por suerte, solo me he roto dos dedos de la mano en un par de ocasiones y me he hecho unos cuantos esguinces, pero lesiones graves no he tenido».

Su afición le viene desde bien pequeño, ya que sin ser consciente de que hacía parkour, «me subía a los árboles, intentaba correr por las paredes, saltaba obstáculos que me encontraba caminando... Quería imitar los movimientos de los ninjas, siempre me ha llamado la atención la agilidad y control que tienen», destaca Craciun, quien empezó a darse cuenta a los nueve años que les gustaba esta forma de vida. 

«Al principio lo veía como un juego, y los saltos grandes y acrobacias eran sueños lejanos, hasta que a los 13 años conocí a la pequeña comunidad de parkour de Castelló. Ahí es cuando empecé a entrenar de verdad, porque había gente que hacía esos saltos y acrobacias que yo veía imposibles, haciéndome ver que sí que eran posibles».