José Manuel Cifuentes, zamorano, conoció a Elvira Martínez, turolense, mientras hacía la mili en Castellón. Él trabajaba en Barcelona, pero decidieron que iban a hacer vida aquí, en Almassora. Abrieron un bar y, dos años después, una sidrería, que en abril cumplió 40 años siendo referente no solo para los vecinos de la localidad, sino de los aficionados a la gastronomía de toda la provincia. ¿Y es que hay mejor señal de buen hacer que seguir recibiendo llamadas para reservar los domingos «cuando hace ya 25 años que ese día cerramos»?

«El secreto es que me gusta el oficio», resume José, quien se inició en la hostelería en tierras catalanas como friegaplatos y camarero. En 1982 abrió junto a su mujer un local, donde empezaron a darse a conocer con una larga lista de platos combinados, un centenar, de los que como era costumbre en la época colgaban las fotos.

Traslado

«Obligados» por la aceptación de la gente decidieron trasladarse a su actual emplazamiento, en la calle San Fernando. ¿Y por qué una sidrería? «Empezamos a fijarnos en los locales que había y todo eran cafeterías, cervecerías, bar Pepe... Así que pensamos en hacer algo nuevo». El nombre, Sanabria, viene del pueblo natal del propietario.

José Manuel Cifuentes prepara una de las mesas del comedor. Erik Pradas

A partir de ahí, comenzó una historia de mucho trabajo y de evolución de un local que comenzó como un bar, sirviendo embutidos, ensaladilla y unos pinchos que se hicieron famosos, y que derivó en un restaurante en el que se puede comer un menú del día a un precio asequible o darse un homenaje con productos y vinos de primera calidad. Preguntados por la especialidad de la casa, ambos aluden a la Santísima Trinidad: «Carne, jamón y brasa».

Entre semana, sus principales clientes son trabajadores y empresarios. Estos días, por ejemplo, acuden a diario miembros de una firma coruñesa encargada de construir los accesos ferroviarios a PortCastelló. El fin de semana llegan los clientes de otros pueblos de la provincia y comienza el desfile de entrecots, solomillos, pescados...

Carnes, vinos y otros productos que ofrecen a sus clientes desde hace 40 años. Erik Pradas

Jubilación

Pese al entusiasmo por su profesión y a que creen que «la echaremos en falta», han decidido que ya es hora de parar. Por ello, han puesto el local en traspaso o a la venta, ya que sus dos hijos tienen trabajos al margen de la hostelería. José tendrá así más tiempo para dedicarle, por ejemplo, a la caza; y Elvira de «buscarme un hobby», tras cuatro décadas de duro trabajo en las que ha habido poco tiempo para el ocio. Desde luego, se lo han merecido.