La decisión de Francia, Alemania, Bélgica y Luxemburgo de intentar reforzar la dimensión militar de Europa con cierta autonomía respecto de la subordinación al poder estadounidense que efectúa la OTAN tiene sentido. Pero está por ver si cuajará y, en todo caso, en qué grado y plazos. Planteada por países contrarios a la guerra preventiva contra Irak, la iniciativa choca con los gobiernos europeos --entre ellos, España-- que bendijeron el conflicto al margen de la ONU y, sobre todo, con la férrea alineación de Gran Bretaña con Estados Unidos en cuestiones estratégicas. Y Londres es un pilar tan básico para la defensa europea que parece irreal cualquier planteamiento que se haga a sus espaldas.

De momento, la propuesta se limita a ahondar el desgarro en que vive Europa. Pero no nos engañemos: hacen lo mismo quienes, como el presidente José María Aznar, menosprecian públicamente a los gobiernos de París y Berlín tachando su posición de "irrelevante y aislada". Y una cosa es que la Unión Europea, gigante mercantil, sólo será una gran potencia de verdad cuando tenga una política exterior y de seguridad bien dotada, y otra es contribuir a enrarecer la situación para que cada vez sea más difícil el reencuentro político entre europeos.