El pasado domingo, mientras poníamos el Belén y plantábamos el árbol de Navidad, llegaron por adelantado dos magníficos regalos.

La detención de Sadam Husein, sacado de un zulo, como se saca a un caracol con un palillo de su cáscara, barbudo, con pistola, cobarde y sin la petulancia con que ha arrasado la vida a millones de ciudadanos, de su pueblo y de países vecinos. Un consejero iraquí le preguntó "por qué no te pegaste un tiro". Para todo hay que tener valor. Dar órdenes de masacrar es más fácil que morir con dignidad, difícil para quien ha vivido sin ella. A Sócrates lo condenaron a beber veneno, por sus críticas al tirano Critias. Ante la tristeza y el dolor de sus discípulos se mostró entero y les explicaba que el hombre debe enfrentarse con entereza a cualquier circunstancia de la vida, entre ellas la muerte, acto final de todo ser humano. Filippo de Macedonia explicaba a su hijo Alejandro Magno por qué había de recibir educación de los griegos, entre ellos de Aristóteles. Deseaba que su hijo conociera la libertad, el gobierno consensual (la democracia), la igualdad, los derechos del individuo, la propiedad privada, la sumisión de los cargos públicos, a la crítica y control público, la ley, la separación de la religión de la autoridad política, el enfrentamiento decisivo en las batallas, la tecnología, el imperio de la razón, el canon de la belleza y otras tantas cosas que surgieron hace 2.500 años en las ciudades griegas. No se han encontrado vestigios de un pensamiento abstracto, que hubiera sido capaz de reconocerlas, ni siquiera de formularlas, en ninguna otra civilización. En aquel tiempo de mortalidad infantil, constantes guerras y desconocimiento de remedios médicos, estaba siempre presente la muerte, que daba propósito a vivir la corta existencia con justicia. Los actos de un griego debían equilibrar sus palabras y aún mejor hacerlas palidecer. Los aduladores y los frívolos eran ridiculizados en los teatros y tenidos de menos socialmente. El destino del hombre es su propio carácter. Los griegos luchaban con ferocidad contra sus adversarios y trataban de aniquilarlos, porque se jugaban caer en manos de un tirano. Podían vencer a ejércitos mucho más numerosos, porque eran hombres libres y se jugaban la libertad. Tal vez, esto es lo que no ha entendido la gente que estaba contra la guerra de Iraq. Para defendernos del terrorismo (la guerra moderna) debemos luchar por la libertad de todos, con resolución firme, sin dudas. Estamos dispuestos a morir de pie, nunca a vivir de rodillas.

El otro gran regalo nos lo trajo Aznar de la cumbre de Bruselas, dispuesto a ofrecer soluciones y escuchar las que le ofrecieran. No a pasar por el trágala de Chirac y Schröder. Por mucho que les pese a los nostálgicos de los dictadores, Llamazares llora a Sadam, como Neruda lloró la muerte de Stalin, el imperio está en manos de los americanos, a quienes los franceses debieran agradecer que pusieron su dinero y la sangre de cientos de miles de norteamericanos, para impedir que Francia se convirtiera en granja agrícola y ganadera, con que alimentar a la industriosa Alemania. Desconocen el lema "de bien nacidos es ser agradecidos". Al alemán se le multiplican también los problemas, ha logrado la reunificación y demográficamente una importancia de la que carecía. Ya no es un país similar a Francia, sino más grande. Cuando eran iguales, derrotadas y vencidas, renaciendo con la ayuda del Plan Marshall, dinero americano, pusieron los cimientos de la construcción europea. En Dublín, 1990, y Amsterdam, 1997, no hubo manera de que la Conferencia Intergubernamental tuviera éxito, Francia soñaba con la Confederación de Estados y Alemania con una Europa Federal. Por fin en Niza, 2000, hubo acuerdo unánime para el reparto de poder entre los 25 miembros de Europa, ratificado por los 25 parlamentos europeos. En enero de 2003, París y Berlín encargaron la elaboración al principesco Giscard d´Estaing, educado por su madre para presidente de la República, aún no repuesto de las elecciones de perdió ante Mitterrand. Trata de crear el bloque franco-alemán, con el que sojuzgar a los demás socios. Celebramos que Aznar no lo consintiera. El jefe de los socialistas franceses así lo ha entendido, criticando a Chirac y Schröder, acusándoles del fracaso de la última cumbre. Zapatero acusa a Aznar. Los socialistas me divierten mucho.

El entusiasmo socialista por reformar y reforzar cada autonomía es un serio riesgo. El Califato de Córdoba, a medida que se descompuso en Taifas, hizo que la Reconquista fuese un éxito definitivo y desaparecieron. Quien no sabe Historia está condenado a repetirla.