Manuel Vicent abordaba ayer a contracorriente el debate sobre la violencia sexista. En su columna de El País cuestionaba la oportunidad de informar en exceso: "Elevar esta clase de violencia a reclamo excitante para abrir el apetito de los telespectadores produce un daño muy grave en algunas mentes perturbadas". Vicent narra así la detención del asesino de la esposa y sus tres hijos: "Salía esposado entre dos guardias de la casa donde había dejado una carnicería. Hubo un momento en que su rostro ocupó la pantalla entera. No creí verlo compungido, sino absolutamente hermético, pero poseído por una profunda paz, como dando a entender que su terrible lucha interior también había terminado. Por fin había conseguido salvar el obstáculo, había matado a toda la familia, había cumplido venganza su orgullo herido y ahora un bálsamo extraño inundaba su alma. La paz de este asesino daba vértigo. Su rostro sereno, tal vez, provocó un efecto magnético y demoledor en miles de machos violentos, celosos y sádicos .... Esta clase de violencia convertida en primera noticia equivale a dar un impulso mortal a muchos desequilibrados: si se les concede el premio de abrir el telediario, la sangre de los celos se pondrá muy barata".

También entra a contrapelo Jaime Capmany (Abc). Ni una mención al elemento sexista de la violencia, sino a los "locos sueltos". La culpa es de la "moderna psiquiatría" que ha eliminado "el sanatorio" y prescribe "para los enfermos mentales una vida normal y libre en el seno de la familia y de la sociedad".