Ayer celebramos los ciegos la festividad de nuestra patrona, Santa Lucía. Esta conmemoración, 13 de diciembre, es, sin duda, una ocasión propicia para desempolvar algunos datos y los nombres de ciegos notables que pisaron estas hermosas tierras nuestras. Para no ir más lejos, fijaremos nuestro recuerdo en la primera mitad del Siglo XX, durante la cual, los ciegos de Castellón (alrededor de 350) tenían muy difícil la supervivencia, ya que la mayoría vivían a costa de sus familiares y de la caridad pública.

En 1901 se puso en marcha la Escuela Oficial Patronal, que formó a bastantes de ellos en oficios manuales, cestería, sillería, alpargatería, cordelería, escobería, alfarería y música, que les ayudaron a mejorar mínimamente su precaria situación.

Las cosas no habrían ido muy bien, ya que, en 1922, el Ayuntamiento abrió la Casa de Beneficencia, que acogía a todos aquellos menesterosos que no podían ganarse el pan diario por sus propios medios.

En plena república, se abrió la Escuela Provincial de Ciegos, situada en el número 4 de la Calle Gobernador, donde insignes maestros enseñaban a sus alumnos ciegos el sistema braille y la música, además de culturizarlos con el resto de disciplinas que entonces se impartía a los niños españoles.

Uno de estos maestros fue José Mallén, quien fue un virtuoso músico y mejor compositor. Igualmente tuvieron fama músicos como Vicente Mezquita, quien además de ser un gran guitarrista, era un auténtico trovador ciego, al que no desmerecía la invidente con quien casó, Ana Montañés, la cual tenía una oración para cada santo y cada día del año, y de quien tuve el honor de ser compañero de venta en Vila-real. Gran guitarrista y acordeonista fue Vicente Prats, muerto hace pocos años, al igual que Emilio Barrachina y el, aún vivo, Ramón Juliá, los cuales fueron muy famosos y requeridos en todas las fiestas populares, bodas y bautizos de la ciudad y provincia como amenizadores con sus magistrales interpretaciones al acordeón o formando grupos musicales de pulso y púa. En esa tarea no han sido menos apreciados compañeros como José Andrés Gasulla o Juan Ramón Martí, activos todavía. La nómina de músicos ciegos sería muy prolija, pero no me resisto a mencionar otros dos: uno de ellos, más anterior, Manuel González, porque fue el primer maestro del célebre guitarrista y compositor Francisco Tárrega; y otro, fallecido hace ya algunos años, Pasqual Rubert, maestro de varias generaciones de burrianenses, que todavía lo recuerdan con cariño entrañable.

Desde la llegada de la ONCE en los años cuarenta, la situación social y económica de los ciegos de Castellón dio un giro copernicano, ya que empezamos a sentirnos capaces de programar nuestro futuro con una cierta seguridad. Ahí estuvieron, con nosotros, compañeros entrañables como Odón Monferrer, Francisco Sánchez o Dorita Pérez y, siempre, Rosita, Pradas, Tonico y Juanito.

Gracias a todos ellos por cimentar el presente que tenemos los ciegos aquí.