Una de las características del pensamiento neoliberal es la de intentar presentar el debate intelectual de nuestros tiempos en términos de una confrontación entre aquellos que favorecen la globalización de la actividad económica frente a los que se oponen a ella. A los primeros --los globalizadores--, se les considera como modernizadores a favor del progreso económico, claramente comprometidos con el desarrollo. A los segundos --los supuestamente antiglobalizadores--, se les define como conservadores, apegados a un localismo anticuado, aferrados nostálgicamente a un pasado que inhibe aquel progreso económico.

Así es como se define el debate actual sobre la globalización, promovido por los portavoces del pensamiento neoliberal que gozan de unas enormes cajas de resonancia en los medios de información y persuasión de nuestro país. Tal debate, sin embargo, es falso; el tema a discutir no es globalización o no, sino los criterios que deben regir tal globalización o internacionalización de la actividad económica. El debate es si ésta debe ocurrir mediante la desregulación de los mercados laborales, comerciales y financieros, sin ninguna o muy escasa intervención estatal, o si esta internacionalización de la actividad económica debe tener lugar con la activa participación del Estado para garantizar la distribución equitativa de sus costes y de sus beneficios, protegiendo los intereses de los colectivos que pueden quedar afectados negativamente por tal proceso.

Un ejemplo de este segundo tipo de globalización, ignorado del todo por el pensamiento neoliberal, es el de los países escandinavos, gobernados durante la mayoría de años desde la segunda guerra mundial por partidos socialdemócratas o por alianzas de partidos de izquierdas. Estos países, Suecia, Noruega, Dinamarca y Finlandia, son los más globalizados del mundo occidental (la suma de sus exportaciones más sus importaciones, como porcentaje del producto interior bruto, PIB, es la más alta del mundo), siendo a su vez estos países los que tienen mayor gasto público (como porcentaje del PIB), menores desigualdades de renta, mayor extensión de sus estados del bienestar, mayor calidad de vida y mayor competitividad económica (como incluso el foro liberal Davos se vio forzado a admitir en su último informe sobre la competitividad mundial).

La alternativa neoliberal, basada en la desregulación de los mercados, atribuye la pobreza de los países subdesarrollados a la intervención de sus estados mediante políticas proteccionistas. La manera de erradicar tal pobreza es eliminando ese proteccionismo, permitiendo que tanto los países ricos como los pobres compitan libremente sin interferencia de sus estados. Esta doctrina neoliberal ignora algunos datos básicos, tales como que todos los países que están rompiendo con su pobreza desde los famosos tigres asiáticos a China y la India (que representan el 40% de la población mundial) han seguido políticas proteccionistas. En todas ellas el Estado ha guiado el proceso de su integración en los mercados internacionales. Han sido precisamente los países que han seguido las recetas neoliberales del Fondo Monetario Internacional (FMI) --como la mayoría de los de América Latina y África-- los que han sufrido un crecimiento de su pobreza.

La apertura de sus mercados sin adoptar ninguna medida proteccionista ha representado la aniquilación de las industrias y las agriculturas nativas, con una amplia destrucción de empleos. Esto ha creado enormes contingentes de parados que han presionado a la baja los salarios --incluyendo los de las empresas inversoras extranjeras--, lo que ha debilitado la demanda interna y supeditado el crecimiento económico a las exportaciones, teniendo estas últimas una muy escasa incidencia en el bienestar general de la mayoría de la población.

En América Latina vemos, por ejemplo, cómo la apertura de los mercados mexicanos a los inversores y productos estadounidenses después de la firma del tratado de libre comercio entre Estados Unidos, México y Canadá (NAFTA) destruyó la industria y agricultura mexicana creando un enorme desempleo, debilitando la demanda interna, con lo cual se potenció una economía dedicada a la exportación en lugar del consumo interno. Es más, la demanda de trabajo es tan enorme que las empresas estadounidenses en México pueden permitirse pagar salarios muy bajos en condiciones laborales y ambientales muy deterioradas, habiendo disminuido el salario promedio mexicano.

Un diario nada sospechoso de ser antiliberal como es The New York Times (27-12-03) concluyó que "las críticas a NAFTA están justificadas. El tratado ha empeorado en lugar de mejorar la situación de la mayoría de trabajadores en México... y la pobreza ha aumentado". NAFTA tampoco ha mejorado los salarios de los trabajadores estadounidenses en el sector de las exportaciones.

Una situación incluso peor se ha desarrollado en África, donde la mayoría de países han sido forzados a abrir sus mercados a los productos de Europa. Tal como indica el último informe sobre África de la Organización Mundial del Trabajo: "La causa mayor del crecimiento de la pobreza en África es el desarrollo de unas políticas neoliberales impuestas en la práctica por el Fondo Monetario Internacional". Esta es la realidad ignorada por los medios de información de persuasión liberal.