Cuando en época medieval alguien quería hacerse vecino de un lugar, lo primero que le exigían las autoridades municipales para acogerle como tal era que habitara en el sitio en el que hacía la solicitud.

Por lo tanto, para vivir en una población era necesario contar con un alojamiento, ya fuera como propietario o como inquilino, ya fuera ocupando íntegramente una casa o compartiéndola, algo, esto último, bastante frecuente.

La mayoría de los habitantes del Castellón de entonces ocupaban unas casas levantadas sobre unos solares estrechos y alargados de cuatro metros de anchura, a los que había que restar el espesor de los muros, lo que les daba una amplitud de tres metros y medio, una nav , que correspondían a la longitud normal de las vigas y tenían una profundidad de 18 a 20 metros.

Se trataba de un tipo de vivienda popular que, con las correspondientes modificaciones, pervivió durante siglos y de las que, de alguna antigua, aún queda algún rastro en la ciudad.

Las casas señoriales ocupaban un solar mayor, tenían una fachada más amplia y estaban construidas con materiales de mejor calidad. Muy pocos datos tenemos sobre este tipo de vivienda aquí, aunque sí sabemos que se distribuían sobre todo por las calles de Caballeros y del Agua. Con todo, un testimonio, aunque parcial, nos ha llegado a la actualidad. Se trata de la portada y de los diversos dinteles de la fachada de lo que fue casa dels Miquel, antiguamente situada en la calle del Agua y hoy integrados, aunque sin seguir la disposición original, en la casa que ocupa el Consejo Diocesano y que está situada en la calle de Cazadores.

Historiadora