Juan Román Riquelme, un futbolista que nunca deja indiferente a nadie cuando salta a un campo de fútbol, anunció a la una de la madrugada del jueves que no volvería a vestir la camiseta de la selección argentina. Ponerse la remera de la albiceleste es lo máximo para un buen argentino. Y Riquelme lo es. Por ello, una decisión de esa índole solo puede ser asumida cuando se pone por delante una prioridad de rango superior para quien la adopta: el bienestar de la familia.

Para entender a Román hay que conocer muchos aspectos de su particular personalidad. Le catalogan como raro, distante y poco entregado a la causa. Injusto, El Mago solo es diferente. Un tipo al que no le gusta el protagonismo de los focos, pero que se lo pasa en grande invitando a comer al responsable del material al mejor restaurante del Grao, igual que es capaz de pasarse un buen rato departiendo con un niño con síndrome de Down. Y su familia es lo primero, por ello en el Villarreal es feliz y será muy complicado que una suculenta oferta económica le altere.

La noticia de su adiós a la selección puede tener dos visiones diferentes. El Villarreal tendrá a su crack con plena dedicación a la camiseta amarilla, pero, por otra parte, la hinchada argentina no podrá ver a uno de los mejores centrocampistas que ha dado su país con la camiseta del albiceleste. En cualquier caso es su decisión y hay que respetarla. Riquelme es primero persona y luego futbolista, eso sí, uno de los mejores del mundo.